viernes, 11 de diciembre de 2009

SIENTO EL RETRASO

Nunca he sido muy aficionado a comprarme ropa. Es una actividad que me parece aburrida y también un tanto frustrante. Intentar dar con una combinación interesante que en otro pudiera parecer atractiva y ver que, al aplicarse sobre tu persona, no consigue ocultar la carencia evidente de todo sesapil, le quita toda la gracia al asunto. No obstante, de vez en cuando, me veo obligado a armarme de valor y paciencia e ir a dejarme los cuartos en algo de ropa. Las prendas tienen la irritante manía de rasgarse, deshilacharse, reventar y, por alguna razón que no acabo de entender, reducir su tamaño hasta que uno ya no cabe en su interior. Estoy convencido de que todo forma parte de un oscuro complot por parte de la industria textil para sacarnos el dinero.

Y hace unos días, ante la evidente desintegración que estaba afectando a unas cuantas piezas de ropa interior, decidí acercarme a la mercería del mercado del barrio a por mas.

- ¡Buenos días, señora Maru*! ¿Al fin ha vuelto a abrir la mercería? - Lo peor de todo el proceso es la socialización con alguien que no conoces. Hablar de nada es algo que se me da fatal pero que, curiosamente, hago muy a menudo.

- No, qué va. Vengo a limpiar un día a la semana. Pero dime qué quieres, que te atiendo. - Eso explica que haya estado a punto de abrirme la cabeza con el cierre metálico, abierto hasta la mitad. Me pregunto cómo lo hace para llevar el negocio teniendolo cerrado toda la semana.

- Pues un par de calzoncillos para mí. Unos boxers. Talla elefante. - Bien pensado, no me sorprende tanto que acaben estallando, los pobres. Debería adelgazar un poco, aunque solo sea para que dejen de pararme en todas las tiendas acusado de esconder jamones bajo la ropa.

- Talla "--"** como siempre. ¿Cuántos te pongo?

- Con dos basta, que con la crisis no está uno para muchos gastos. - Ja, ja. Ji, ji. Se ríe un poco. Lo que menos me gusta de socializar es lo de soltar chistecillos como éste, pero al menos funciona. Usaría mis propios chistes, pero el mundo no está preparado para ellos.

- Bueno, pero la crisis a tí no te afectará mucho ¿no?

- No, claro... ¿por qué lo dice?

- Bueno, por la pensión.

- ¿Qué pensión?

- ¿No estás cobrando una pensión? - Aquí ya estoy oficialmente desconcertado. El caso es que la señora me conoce desde hace años, conocía a mi madre, conoce a mi hermana... las posibilidades de que me confunda con otro son bastante escasas. ¿Tantas canas tengo ya que parezco un jubilado?

- Eeeh... no. Nunca he cobrado ninguna pensión.

- ¿Nunca? Pues deberías preguntar, que ahora hay muchas, y se las dan a mucha gente. - Decido pensar que con "pensión" se refiere en realidad al subsidio de desempleo o algo así. Le da mas sentido a la conversación.

- Eeh... muchas gracias por su interés, señora Maru. Hasta la vista. - Pago, cojo los boxers y me largo antes de que se vuelva peligrosa.

Al llegar a casa sigo intrigado por la conversación y decido comentársela a mi hermana. Le explico con todo lujo de detalles lo ocurrido y no parece sorprenderle para nada. Se me queda mirando y, antes de irse a su habitación, me dice con toda naturalidad:

- ¿No recuerdas que tu tío está convencido de que eres retrasado y que estás cobrando una pensión del estado por ese motivo? Pues como es un cotilla se lo va contando a todo el que se cruza por el camino. Toda la calle piensa que eres subnormal.

Y así fue como me enteré de que soy el tonto del barrio.

* He decidido cambiar los nombres de los implicados por razones de seguridad.
** Censurado por razones de dignidad.