domingo, 28 de septiembre de 2008

MI MANO EN PENA



Que pienso en Elena
y me acuerdo de Irene,
que pienso en Irene,
me acuerdo de Elena,
mi pene se apena,
se apena mi pene.

Y una mano amena
mi pene sostiene,
no es mano de Irene,
no es mano de Elena,
es mi mano en pena,
es mi mano en pena.

Lo malo que tiene
es que no es tan buena
como la de Irene,
como la de Elena,
pero me entretiene,
pero me entretiene.

Para eso conviene
pensar una escena
donde salga Irene,
donde salga Elena,
en plena faena,
en plena faena.

Y así, vena a vena
se llena mi pene
de ausencia de Irene,
de ausencia de Elena,
y no se retiene.
Me voy, que me viene.

(Javier Krahe)

viernes, 29 de agosto de 2008

EL NUEVO INQUILINO


Volvemos a ser tres en mi casa: mi hermana, yo... y un pequeño ratoncito gris que se nos ha colado. Lo curioso es que el condenao está localizado únicamente en el piso de arriba, no se cómo habrá llegado hasta ahí. Ahora a pensar cómo leñe lo cazo, a ser posible sin matarlo para soltarlo por la calle, con sus colegas.

¡Mardito roedore!

ACTUALIZACIÓN I: Anoche cacé al ratoncito con una trampa que compré en una ferretería. La compré ayer mismo, justo antes de recordar que el Atreides se había ofrecido a ayudarme a construir una. Se me había olvidado por completo, ejem. Menos mal que no lo sabrá nunca porque no lee blogs a menos que le obliguen. Lo divertido del caso es que la trampa tenía un ganchito en el que colgar la comidita rica de cebo y que, al tocarla, soltaría la tapa de la jaula que se cerraría por acción de un muelle.

Tuve que levantarme tres veces a modificar el puto ganchito con unos alicates porque no había forma de que hiciera saltar la trampa. Menos mal que el ratoncito colaboró y, una vez apagadas las luces, volvía presto a meterse en la trampa a comer pan duro. Le dejé un cacho pan y un tapón de plástico lleno de agua, que el pobrecito llevaba casi una semana atrapado en mi habitación sin comer ni beber. Se lo zampó todo, menuda hambre arrastraba el condenao.

En fin, esta mañana he ido a soltarlo a una especie de parquecito nuevo que hay cerca. Como está entre el cementerio, el tanatorio, una gasolinera y una autopista, no hay nada de público ni paseantes, asi que espero que estará tranquilito.

Jo, ahora me da pena haberlo soltado. Me había acostumbrado a él. Snif.


ACTUALIZACIÓN II: Añadida un afoto del interfecto. Se ve fatal porque está hecha con móvil. Tengo que comprarme una cámara wena, leñes.


martes, 5 de agosto de 2008

Bueno con sus amigos

Hace mucho que no juego a rol. Demasiado. En contra de lo que la gente suele opinar, aleccionada por el periodismo amarillista, jugar a rol es una experiencia sanísima. De verdad, lo dicen los médicos. Aunque ellos lo llaman risoterapia. La verdad es que no recuerdo una sola partida en la que no nos hayamos reído en algún momento hasta caer de las sillas. A veces era un no parar, de principio a fin de la partida.

Cuando empecé con esto fue gracias a Raul, un amiguete que conocí en el instituto. No, Raúl Atreides no, otro. El Atreides se unió poco después.

Uno de los tipos que se apuntaba a las partidas, y cuya casa solíamos usar para reunirnos, era David Sandwich. No se llamaba así en realidad, claro. Le pusimos ese apodo porque tenía la costumbre de hacerse un sandwich a media reunión y zampárselo mientras nosotros le mirábamos comer. No porque nos resultara fascinante, sino porque no nos invitó jamás a nada. No teníamos otra cosa que hacer, salvo que hubiera partida.

El caso es que él fue de los últimos en unirse a la pandilla. Al principio se mostraba algo reacio porque consideraba que eso era cosa de niños y no servía para ligar con chicas (¿?) pero luego, viendo que nos reuníamos bastante gente, se animó a probar. Y se quedó.

Dudo que alguno de los que me leen no sepan qué es un juego de rol, pero al visitante ocasional le explicaré que es una mezcla entre un juego de mesa y el teatro improvisado. Tienes que interpretar un personaje y, para ello, primero tienes que crear uno. Se podría decir que el personaje tiene dos dimensiones: las que pertenecen al juego y sus reglas, definidas por una serie de datos apuntados en una hoja de papel conocida como "ficha de personaje", y las que lo definen como individuo, es decir, su personalidad, historia, aficiones, amistades, etc, que aunque a veces se apunten en la ficha suelen permanecer en la imaginación del jugador. Si es que le interesa, claro. La mayoría de los jugadores se conforman con las estadísticas de la hoja y se limitan a matar todo lo que se mueva durante la partida.

David Sandwich pertenecía sin duda a ésta última categoría. Cuando jugó por primera vez, al D&D básico, se hizo un guerrero humano cuya única descripción, escrita en la hoja, decía que era "guapo, alto, moreno y cachas".

Mas tarde jugamos al Señor de los Anillos (el basado en Rolemaster) y decidió llevar a un montaraz del norte que, entre otras cosas, era "guapo, alto, moreno y cachas".

A veces descansábamos de tanta acción jugando a La llamada de Cthulhu. Interpretábamos a osados investigadores de los años 20, profesores de universidad, estudiantes, periodistas, médicos... y destacando entre tanta lumbrera se hallaba un atleta universitario que era "guapo, alto, moreno y cachas".

Empezamos a ver una pauta en todo eso.

Uno de mis juegos favoritos siempre fue el de Star Wars. Sencillo, rápido, y podías llevar alienígenas. Yo siempre me hacía alienígenas, claro está, igual que en los demás juegos me hacía elfos, centauros o magos. En el de Cthulhu solo me hacía personajes humanos porque las criaturas de los Mitos no eran jugables, que si no...

El caso es que cuando fuimos a jugar una partida con David Sandwich éste se hizo un contrabandista que, por supuesto, era "guapo, alto, moreno y cachas". Raúl y yo nos miramos y decidimos que iba siendo hora de ponerle fin a aquello. Le sugerimos que le diese a su personaje una dimensión mas y le añadiese una personalidad, para variar. Después de pensárselo mucho, escribió en su hoja de personaje uno de los haikus más hermosos que he podido leer jamás.

"Soy bueno con mis amigos, y con la buena gente.
Soy malo con mis enemigos, y con la mala gente.
En resumidas cuentas: soy un buen amigo y un terrible enemigo".

Aquel Campeón Eterno que aparecía en todas nuestras partidas tenía ahora un alma.

Y la cosa habría terminado ahí de no ser porque, años más tarde, otro grupo distinto realizamos una nueva partida y uno de los jugadores, demasiado vago para hacerse un personaje nuevo, decidió tirar de uno ya hecho. Efectivamente, escogió a aquel contrabandista guapo, alto, moreno y cachas que era bueno con sus amigos y malo con sus enemigos. Después de leer la descripción del personaje gritó una sola frase.

- "¡Es Sly!".

Despues de lo cual, comenzamos la partida. Decidió interpretar a su personaje imitando la voz de Rambo. Bueno, la de su doblador. En fin, para ser mas precisos, imitaba la imitación que hacían muchos humoristas del actor que doblaba a Rambo. Aquel haiku se convirtió en el 90% de la conversación de aquel contrabandista que, cada vez que se encontraba ante un reto, o se liaba a tiro limpio o, tras quedarse un rato pensando, empezaba a recitar "soy bueno con mis amigos..." (recuerden, imitando a Rambo).

Al final de la partida el poema original se vio enriquecido con dos versos nuevos: "Dios mío, esto es un infierno" y "no siento las piernas".

Fue una de esas partidas en las que casi acabamos en coma de tanto reír. ¿Por qué lo dejaríamos?


miércoles, 23 de julio de 2008

Monitos varios


Ya sabía yo que cuando terminara los relatos no iba a tener con qué actualizar. Y eso que tengo por ahí unas cosillas que pueden ser interesantes. Pero hasta que las pula pasará tiempo asi que, además de para quitarle un poco el polvo al blog, me paso para anunciar mi galería de dibujines en DeviantArt, con motivo de mi ¡segunda! actualización ahí. Sí, señoras y señores, ya he subido dos dibujines. Osea no me lo puedo creer...

Visítenme en http://chachenaguer.deviantart.com/ y dejen parte de la felicidad que traen consigo.

miércoles, 11 de junio de 2008

ELUCUBRACION II

Bueno, por fin el último de los relatillos. Aunque en realidad el anterior y éste podría decirse que son el mismo. Ya no volveré a martirizarles con las andanzas de este grupo de salvajes, homicidas, caníbales, genocidas, traidores y cobardes que todos amamos. Ya no se con qué postearé en el futuro, sniff...


Leer el relato.




Eran las 7 de la mañana. Hacía una hora que la gente había comenzado su rutina diaria, saliendo al campo a labrar, al bosque a cazar y al corral a hacer guarradas. En la taberna “el Gato Rancio”, ahora famosa por su especialidad en liebres cocidas, se encontraban los más grandes héroes de la antigüedad, celebrando alguna de sus muchas victorias.

- ¡Aaaaaargh! - bramaba el Nano mientras una nube de pies le golpeaba sin misericordia. Todos los héroes, menos Giman, que intentaba desclavar su espada del techo, estaban ocupados en patear al Nano. Cuando terminaron, se sentaron alegremente en su mesa y se dispusieron a almorzar. El tabernero les sirvió a todos sopas de leche para comer. No importaba lo que le pidieran, él siempre servía sopas de leche. Decía que hasta que aprendiera a cocinar tendrían que arreglarse con eso. De todas formas, el chico se esforzaba por aprender. En uno de sus experimentos gastronómicos le sirvió a unos turistas un plato exquisito a base de setas y tornillos que aquellos hombres alabaron. Y cuentan que esos turistas, al reemprender su viaje, se vieron presa de tal sentimiento de culpabilidad que se enterraron al pie de un chopo que se encontraron en el camino, sirviendo de abono a unas rosas maravillosas que años más tarde serían recogidas por un galán para hacer que su enamorada se las tragase. Pero esa es otra historia que quizá no tenga nada que ver con aquellas setas.

Mientras tanto, nuestros héroes terminaban sus dos arrobas de sopas de leche, que acompañaban con cerveza, y se disponían a enfrentar el día con optimismo y alegría. Entonces ocurrió todo. La puerta cayó al suelo hecha astillas con gran estrépito, la comida saltó de los platos, las ventanas desaparecieron, el tabernero se convirtió en un chimpancé y allí, en la puerta, apareció el mensajero del rey, empapado y lleno de cangrejos de río por todo el cuerpo.

- Busco a los héroes del reino - dijo, y los héroes del reino le respondieron.

- Te respondemos - dijeron los héroes del reino.

- Una peligrosa misión os espera. Debéis acompañarme - dijo el mensajero. Salió por la puerta y cabalgó durante muchos kilómetros, a través de marismas y pantanos, por bosques llenos de criaturas salvajes y parajes desolados en los que abundaban los peligros. Cabalgó hasta que se dio cuenta de que los héroes se habían quedado en el pueblo, y tuvo que volver a pasar por los parajes desolados, los bosques, los pantanos y las marismas de vuelta a la posada.

- Mira que sois cabrones - les dijo a los héroes. - ¿Queréis acompañarme de una condenada vez?

- Si claro - dijo Coñan. - A una peligrosa misión para vete a saber qué. Yo no iré.

- ¡Ni yo! - dijeron a coro los demás héroes, excepto Bárbara, que dijo “grofs”.

- ¡Pero el rey Pringasaltos 4º requiere vuestra presencia! - dijo el emisario.

- ¿Para qué? - dijo el Nano, y le pegaron. Y pegaron también al mensajero, al resto de la posada y al posadero. Aquel día estaban realmente en forma, y para completarlo, nuestros héroes decidieron despedir al mensajero de una patada y enviarle de vuelta ante su rey.

- Ya estoy harto de reyes y estúpidas misiones - dijo Coñan.

- Di que sí - dijo el Guerrero del Antifax.

- Sí - dijo Coñan.

- Goapfsl - dijo Bárbara.

- Oimmmngfs - dijo Giman, intentando desclavar la Espada en el Techo. En ese momento entró un muchacho acompañado de un anciano hechicero.

- Aquí está, Arturo - le dijo el viejo al joven. Éste se acercó a la Espada en el Techo y la arrancó sin apenas esfuerzo. Al verlo, Giman le dio una colleja al chico, una patada al viejo y se quedó con la espada.

- ¡Por fin! - dijo, y, enfundándola, se sintió anonadado.

- Todos los tontos tienen suerte - dijeron sus tripas.

- Quizá deberíamos buscarnos nosotros mismos aventuras para conseguir tesoros - dijo el Nano, y, aunque les pareció buena idea, le pegaron.

- ¡Tiene razón! ¡No necesitamos que nadie nos encargue nada! ¡Vayamos nosotros a buscar fortuna por el mundo! - dijo Pipumpápumpi, el gemelo guapo. Los héroes, decididos, partieron en busca de aventuras. Al salir de la posada, se toparon con un anciano mendigo que les pidió limosna. Ellos le metieron en un barril con pinchos y le tiraron pendiente abajo.

- ¡Toma limosna! - dijo Pipumpapumpí, el gemelo feo, observando cómo el barril se perdía en la lejanía, rebotando contra las piedras y atropellando a alguna vieja de vez en cuando.

- No nos entretengamos, vámonos - dijo Giman, depilándose un brazo. Los héroes se fueron del pueblo, justo cuando al otro extremo lo invadía una horda de orcos que después de arrasarlo todo murieron presa de una intoxicación etílica.

Varios días más tarde, nuestros héroes decidieron pensar que estaban andando en círculos, hartos ya de encontrarse con el mismo chopo solitario una y otra vez.

- ¡Estamos perdidos! ¡Vamos a morir! - dijo el Nano, y le pegaron.

- Esperad, viene alguien - dijo el Parjolillo. Y efectivamente venía alguien. Se trataba de un grupo de sacerdotes montados en mulas, que se acercaron a ellos.

- ¿Podríais decirnos cómo ir a la aldea de Orenceenji? - preguntaron a nuestros héroes. Éstos les indicaron el camino, y a la décima vez que los sacerdotes se reencontraron con nuestros héroes y el chopo, se les hizo evidente que estaban andando en círculos. Alarmados ante esta situación, ambos grupos decidieron ponerse en marcha a la vez. Volvieron a encontrarse ante el chopo. Se entremezclaron y se marcharon, y volvieron a encontrarse ante el chopo. Al final, quemaron el chopo y cada grupo se fue por su lado. No volvieron a encontrarse, pero cuentan que aquellos sacerdotes llegaron a tierras extrañas que nunca antes había pisado el hombre. Por ese motivo las mujeres que allí vivían se entusiasmaron con su llegada y les quitaron los hábitos, la virginidad y cualquier deseo de continuar con aquel estúpido celibato. Se casaron con ellas y les dieron muchos hijos que, al crecer, padecerían espasmos musculares en las piernas. Pero esa historia deberá esperar a otro momento.

Mientras tanto, nuestros héroes llegaron al país de los gnolls, unas criaturas mitad gnomos y mitad trolls. Verlos era algo chocante, porque tenían el cuerpo de un troll y las piernas de un gnomo, de forma que semejaban un inmenso torso que avanzaba flotando a un palmo del suelo. Sin embargo eran feroces y crueles, y convenía evitar su compañía. Por desgracia, nuestros héroes no pudieron evitar dicha compañía, y pronto se toparon con un fornido grupo de gnolls, que, blandiendo sus enormes garrotes, insistieron en que les acompañaran a su poblado.

Una vez en el poblado, el jefe gnoll les dijo a los héroes que no les convertiría en filetes si llevaban a cabo una misión para ellos.

- ¿De qué se trata? - Preguntó el Guerrero del Antifax.

- Existe al sur de nuestro poblado una cueva en la que un enorme dragón custodia un tesoro de gran importancia para nosotros. Deberéis recuperarlo - dijo el jefe.

- ¿Y por qué deberíamos hacerlo? - preguntó el Nano, y le pegaron. Después de aporrearle, los gnolls cogieron a Pipumpápumpi y lo metieron en una hermosa jaula de oro y diamantes. Por desgracia era tan pequeña que tenía que sacar los brazos y las piernas por entre los barrotes, situación que le pareció harto incómoda.

- Esta situación me parece harto incómoda - dijo el gemelo guapo, y un gnoll le dio una colleja.

- Si no me traéis el tesoro, no volveréis a ver a vuestro amigo - dijo el jefe. - De modo que si os importa en algo su suerte, traeréis ese tesoro.

Pero a los héroes les importaba un carajo la suerte de su amigo, de modo que se fueron y no volvieron. Y cuentan que los gnolls mantuvieron a Pipumpápumpi en la jaula para que les cantase en las fiestas. Luego ellos le daban de comer alpiste y le tiraban tomates por lo mal que cantaba, y todos se reían mucho y eran felices. Pero esa historia quizá la cuente más adelante.

Mientras tanto, nuestros héroes llegaron a una ciudad costera que estaba al lado del mar.

- Quizá allí encontremos buena comida - dijeron las tripas de Giman. El que hablaba, concretamente, era el demonio de 9º nivel. Tanto él como sus tres compañeros estaban hartos de la dieta a base de picante que llevaba Giman. Él lo hacía para fastidiarles, pero la verdad es que ya tenía ganas de variar un poco el menú.

- Tiene razón, vayamos hacia allí - dijo el Nano, y le pegaron.

Al llegar a la ciudad, nuestros héroes se encontraron con un bardo que estaba siendo apedreado por la multitud. Sin dudarlo un instante salieron en su ayuda, masacrando a todos los que le atacaban. Cuando los pocos supervivientes hubieron huido, el Guerrero del Antifax se acercó al pobre bardo.

- Tranquilo, amigo mío, ya estás a salvo - dijo. El bardo alzó la cabeza y todos pudieron ver que era Pipumpapumpi, el gemelo normal.

- Sen(987,5)x45646=-2,051016780635122 - dijo Sancho Ensanchado. Emocionados por el reencuentro, nuestros héroes patearon al gemelo normal hasta la inconsciencia, para después dejarle tirado a merced de la multitud. No encontrando nada mejor que hacer allí, se marcharon a una taberna de puerto.

- ¡Esta cerveza sabe a pescado! - dijo un parroquiano antes de que el tabernero le arrojase al mar con un peso atado a los pies. El resto de los clientes encontró muy rica la cerveza, después.

-¿Sabéis? - dijo Coñan. - Estoy pensando que deberíamos embarcar hacia las Tierras Salvajes, en busca de fortuna.

- No es mala idea - dijo el Nano, y le pegaron. En ese momento entró Pipumpapumpi, el bardo, y se sentó con sus amigos. Si alguno de ellos sintió curiosidad por saber cómo es que seguía vivo, lo disimuló muy bien. Una vez todos juntos, decidieron embarcarse en un barco llamado Chisgarabís, que zarpaba hacia tierras desconocidas. El capitán era un extraño tipo que sólo sabía rugir y luchar, al que todo el mundo conocía simplemente como el Viajero. A Coñan no acababa de caerle bien, pero Bárbara pronto hizo buenas migas con él.

- Rouarrrrghhhh - dijo el Viajero, y todos los marinos arriaron las velas, por si acaso. Boing Bum Tchack subió al puesto de vigía. Al principio se lo encomendaron a Fingungu, pero no pudo terminar de escalar el poste. Pasó varios días a medio camino hasta que pudo despegarse. Durante ese tiempo sus compañeros practicaron el tiro con arco con él. Cuando el barco zarpó, se dieron cuenta de que no habían cogido víveres, pero ahora no iban a volver atrás por una cosa tan tonta.

Con el paso del tiempo, la tripulación empezó a tener hambre, y a jugar a ver quién saca la pajita más corta. Y el juego no tenía gracia, porque siempre la sacaba el mismo. Mientras, nuestros héroes intentaban pescar algo con unas cañas de pescar improvisadas. Bárbara pescó bastante para abastecer a toda la tripulación, pero como era una chica no le dieron mucha importancia. Los dos bardos gemelos cantaban para atraer a los peces, Coñan intentaba sacarse el anzuelo de un dedo, Giman se pegaba barrigazos contra el palo de mesana a ver si sus tripas dejaban de decirle lo mal que pescaba, y el Nano cogía un montón de peces que, una vez en cubierta, le pateaban y volvían a saltar al mar. Fingungu pescó un ballenato, pero como no pudo soltar la caña porque se quedó pegado, el ballenato le arrastró hasta lugares lejanos. Y cuentan que en el trayecto se quedó limpio y no sólo dejó de adherirse a cualquier superficie, sino que le resultó tan atractivo a una hermosa reina que ésta decidió tatuarle todo el cuerpo con imágenes de escarabajos verdes, para luego enviarle a recuperar un cuadro impresionista que le había robado un enano miope. Pero esto forma parte de otra historia que ahora no voy a narrar.

Mientras, nuestros héroes pasaban el tiempo en el barco como podían. Los bardos amenizaron la velada con sus canciones hasta que fueron objeto de múltiples agresiones por parte de sus compañeros. Agresiones que también sufrió el Nano, aunque no cantó nada. Giman practicaba con su espada, cortando todo lo que se ponía a su alcance. Coñan, por no ser menos, practicaba también con su arma, haciendo malabarismos fantásticos con ella. El Parjolilllo lanzaba conjuros a diestro y siniestro. El Guerrero del Antifax y Bárbara también se unieron al espectáculo, combatiendo entre ellos con su espada y su escoba respectivamente.

- ¡Groooouaaargfssss! - el rugido del capitán terminó con la fiesta y nuestros héroes volvieron a la realidad. Sólo entonces descubrieron que su entusiasmo inicial en el entrenamiento pronto devino en una orgía de sangre y destrucción que aniquiló a toda la tripulación y despedazó el barco por completo. Ahora estaban rodeados de cadáveres en un despojo que se hundía lentamente.

- Creo que nos hemos pasado, chicos - dijo Coñan, procurando no pisar ningún cadáver.

- ¿Crees que le habrá molestado? - preguntó Giman refiriéndose al capitán. Antes de que le contestasen, el capitán le pateó por imbécil.

- Chicos, ésto se hunde cada vez más - dijo Pipumpapumpí.

- ¿Y ahora qué hacemos? - preguntó Boing Bum Tchack, sacándose un barbo de los pantalones.

- ¡Groupfs! - dijo Bárbara viendo a su padre entre los barbos.

- ¡Ouauargfs! - dijo el Viajero señalando a una barca. Todos se dirigieron hacia ella, pero la barca, viendo lo que se le venía encima, huyó lejos de allí. Y cuentan que aquella barca viajó durante muchos días, hasta llegar a unas costas en las que conoció a una dulce niña. Ambas se hicieron amigas y, al crecer, navegarían juntas tan lejos que el hambre les obligaría a devorarse mutuamente. Pero esa historia puede esperar.

Mientras tanto, nuestros héroes se encontraron compuestos y sin barca. Estaban ya con el agua hasta el cuello cuando vieron una manada de delfines a lo lejos. Les hicieron señas y los simpáticos animales se acercaron hasta ellos, les dieron unos cuantos bofetones con sus aletas y se marcharon.

- Buedo, eftabos igual que adtes - dijo el Nano, y le pegaron.

- Si no encontramos algo en lo que flotar, estamos perdidos - dijo Bárbara.

- ¡¿Qué has dicho, Bárbara?! - preguntó Giman.

- Groarpfs - contestó Bárbara.

- Ah... pues habría jurado que... - dijo Giman, y se sintió alucinado.

- Bueno, chicos, me temo que no podemos hacer nada - dijo el Parjolillo. En ese momento llegaron unos domingueros en una lancha motora y les mantearon durante 345 horas. Cuando les dejaron, a Giman le pareció ver a lo lejos un inmenso madero, pero creyó que era una alucinación. Lo creyó tan firmemente, que cuando sus amigos le instaron a subir en él desde arriba, se negó en redondo. Tuvieron que darle una paliza para convencerle.

Pasaron muchas lunas subidos en aquel madero. El hambre se hizo insoportable. Finalmente, empezaron a roer el madero. El Guerrero del Antifax, desesperado, se recostó en uno de los extremos del madero y, sorprendido, comprobó que había una cuerda atada a él. Dicha cuerda no flotaba en el agua, sino que ascendía. Al mirar hacia ella, vio que estaba atada a tierra. Al parecer el capitán se olvidó de soltar las amarras al salir. Si durante estos días de infortunio hubieran mirado atrás habrían visto el puerto, y a todos sus habitantes observando divertidos sus peripecias desde unas gradas que construyeron para tal acontecimiento, sin advertirles de nada los muy canallas.

Dos días más tarde, nuestros héroes seguían en el madero, porque les daba vergüenza subir después de lo ocurrido. Al tercero el hambre se hizo verdaderamente atroz para ellos y subieron al puerto. En la taberna el posadero les regaló una ronda de cerveza y unos globitos, por lo bien que se lo había pasado. El resto de la comida tuvieron que pagársela con lo que les quedaba. Después de comer intentaron enrolarse en otro barco, pero ninguno les quiso a bordo.

- Bueno, ¿y ahora qué hacemos? - dijo el Nano, y le pegaron.

- Quizá podríamos aceptar aquella misión del rey - propuso el Parjolillo.

- Ya era hora, coño - dijo el emisario del rey, que apareció en ese momento. Tras pegarle, los héroes se acercaron al castillo del rey Pringasaltos 4º. Nada más llegar, les condujeron ante su presencia, y el rey se asustó tanto al verles que le dio un síncope. Los héroes, al ver que habían viajado hasta allí para nada, patearon al rey y se fueron.

- Yo no sabía que iba a pasar esto - se excusó el mensajero. Iban a salir del castillo cuando una vieja le hizo señas a Coñan para que se acercara. Coñan se acercó a la vieja, y ésta le estampó un florero en la cabeza para después encerrarse en sus habitaciones.



FIN

martes, 3 de junio de 2008

ELUCUBRACION I

Bueno, al fin llegamos casi al final de los relatos absurdos. Este en concreto es el penúltimo. Ya solo queda uno.


Y sin más dilación...





Las tinieblas cubrían el bosque. El mensajero del rey, decidido, se abría paso por entre la maleza, pues tenía una misión que cumplir. Caminaba orgulloso, valiente, con la cabeza bien alta. Por ese motivo no vio el abismo que se abría bajo él y se despeñó al río Arrunajesis, que discurría unos 600 metros más abajo. Y fue una lástima, porque la empresa en la que quería embarcar a nuestros héroes era muy interesante.


FIN

domingo, 25 de mayo de 2008

MEME OPENINGS

¡Argh! ¡Me han endosado otro meme! Ya no se cuántos llevo, debo de tener cara de meme o algo. En fin.

El responsable de éste es Raul Atreides, ser pérfido y maligno donde los haya, que se ha sacado de la manga la idea de yutubear los títulos de crédito iniciales de series que mas te molen. Y a ser posible que sean buenos. Cosa difícil, porque salvo raras excepciones suelen ser un vulgar compendio de imágenes sueltas con musiquita. Veamos qué sale.

Jungle Wa Itsumo Hare Nochi Guu no podía faltar. Es una serie de animación japonesa que se caracteriza porque sus creadores, en vez de inspirarse mediante el consumo de estupefacientes ligeros, como los demás, aquí se han metido drogas duras en grandes dosis, mezcladas con alcohol y una dieta a base de setas y hongos de dudosa procedencia. Y el opening lo refleja a la perfección con una salva de imágenes delirantes acompañadas de una música festiva y alegre que no entona para nada con el sufrimiento constante del protagonista.




Samurai Champloo es otra serie de dibujos japonesa y, aunque no sea ni de lejos tan delirante como la anterior, también resulta un tanto iconoclasta. Aquí juegan alegremente con los anacronismos, convirtiendo el Japón feudal en una parodia repleta de gángsters, pandilleros, samurais raperos, graffiteros y mas cosas que no recuerdo. El opening no solo cumple con su cometido advirtiendo de lo que uno se va a encontrar sino que, además, es una delicia visual. Veanlo, leñes.



Firefly es una serie del oeste con naves espaciales ambientada en el futuro. Y mola. Tanto que tuvieron que cancelarla, es una pena. El opening es cortito, un simple vistazo a los protas principales y poco mas, pero elegante y con un tema musical muy bueno.



Wonderfalls es otra de esas series tan buenas que se vieron obligados a cancelarla. No es que tenga un opening muy bueno, pero tiene su gracia y además, se ve mucho a su prota, Jane Tyler (Caroline Dhavernas) que es un amor. Ains. Mmm ultimamente cada vez que una actriz me llama poderosamente la atención se da la circunstancia de que es canadiense. Voy a tener que emigrar.



Y para terminar un clásico.

Expediente X tiene una de las secuencias de créditos más memorables de la historia de la televisión, y el que diga lo contrario es un menosmola.



Ahora toca lo mejor: endosarle el meme a alguien. Veamos, nomino a... Lordtaku, David Baldeón y Urui, hala.

martes, 20 de mayo de 2008

REFULGENCIA

Hale, otra ración de vuestros héroes favoritos. O antihéroes. O pringados, directamente. Esta vez un relato mas largo, separado en capítulos, que sigue siendo tan innecesario leerse como los anteriores. Le he cambiado el título porque el que tenía antes era feo de cojones y me daba vergüenza ponerlo aquí, la verdad. Mis mas fieles fans lo recordarán.


Y sin más dilación...



REFULGENCIA
(EDICIÓN ESPECIAL)


Eran las 5 de la mañana, y aunque el gallo ya no estaba, ¡qué diablos!, después de toda la vida no vas a abandonar así como así tus costumbres. Por eso las gentes del pueblo ya estaban levantadas.

En la taberna “el Calnelo Amalillo” todo transcurría con normalidad. El tabernero, que ahora se llamaba Uan Chun Lin, seguía siendo chino. De todas partes del reino llagaban curanderos que, enterados de su mal, le ofrecían remedios contra la ictericia. Pero él no se los tomaba, sino que los echaba en la cerveza. Y estaba más rica.

La Espada en el Techo estaba tranquila esa noche. Giman se estaba depilando las cejas y las pestañas, y cuando hacía eso no estaba para nada ni para nadie. No oía el hambre de sus tripas, ni el hambre del demonio, el brujo y el inodoro que llevaba en ellas. Tampoco oía los gritos de la clientela pidiendo cerveza, comida y un médico. Ni tampoco oía los alaridos de Dorimedonte Teodosio "el Nano", villanos le maten, mientras sus amigos le pateaban por doquier. Y aquella noche, mientras Giman se depilaba, sus amigos pateaban al Nano y los clientes se mesaban los cabellos unos a otros en una apuesta de destreza, llegó el emisario del rey. La puerta se abrió, las ventanas se cerraron, las velas se apagaron, a los clientes les volvió a crecer el cabello, lo que les deprimió muchísimo, y el tabernero...

- ¡Busco a los héroes del reino! - dijo el Emisario.

- ¡Ah, ah! - dijo el Nano.

- ¡Mmmmmmgggpfffs! - gemía Giman, cuando volvió a intentar arrancar la Espada del Techo. Aparte de todo eso, silencio.

- ¡Pero bueno! ¿Es que no me va a contestar nadie? - gritó el Emisario. En ese momento, alguien prorrumpió en sollozos desde debajo del mostrador.

- Tú, dime si... - el emisario se acercó al mostrador, y el terror se mostró en su semblante cuando contempló al tabernero convertido en una criatura tricolor, blanca por el medio, negra por la derecha y amarilla por la izquierda. Aterrado, el Emisario se ahorcó del techo de la taberna.

- Me pregunto qué diablos querría - dijo Coñan.

- Vete a saber - dijo Pipumpapumpí, el gemelo feo.

- ¡Grrrouurrrpfffgs! - dijo Bárbara.

- ¡Grrrouurpfsds! - gimió Giman tratando de desclavar la Espada en el Techo, y debió ser algo muy ofensivo, porque Bárbara le arreó un escobazo.

- ¡Te lo mereces por capullo! - dijeron las tripas de Giman.

- ¡Ma’dita se mi suelte! ¿Y ahora qué voy a hace’? - se lamentó el posadero.

- ¿Te ocurre algo? - le preguntó el Guerrero del Antifax, y el tabernero le arrojó a la cabeza un barril de vino.

- ¿Te pa’ece poco? Soy un lalo espécimen de la sociedad moderna, si me descub’en me usalán en expe’imentación científica - contestó el posadero.

- ¡No te preocupes, buscaremos una cura para ti! - dijo el Nano, y le pegaron.

- ¡Oh, gracias! - dijo el posadero, conmovido.

- Pongámonos en marcha - dijo Pipumpápumpi, el gemelo guapo.

A la mañana siguiente el suelo de la taberna estaba llena de pelos, y varios grupos de voluntarios se encargaban de buscar entre la maraña a unos señores bajitos, que nadie sabía dónde estaban. Los héroes partieron hacia el peligro, pero partieron por una ventana, que por la puerta no se podía salir. Insistieron en que la ventana por la que debiera salir el Nano fuera una situada a la altura de un 5º, y aunque se hizo un poco de daño, se le pasó pronto.

- ¡Bueno! ¿Dónde podemos buscar una cura para el tabernero? - preguntó el Guerrero del Antifax.

- Pues creo que... - dijo el Nano, y le pegaron.

- Quizá en el Oráculo de Belfos nos podrían informar - dijo Giman.

- Bien, me gustaría preguntarle algunas cosillas a la bruja - dijo Coñan.

Tardaron muchas lunas en llegar hasta la montaña del Oráculo, pero al fin su majestuoso pico se alzó ante ellos, que lo contemplaron hasta que les entró tortícolis.

- ¿Quiénes sois, y qué queréis? - preguntó el guardián del Oráculo.

- Somos nosotros, y no te importa - respondió Giman, el cual se sintió asolado.

- Bien, pasad - dijo el guardián. La sala del Oráculo era enorme. Tan grande, que si la intentaseis llenar de agua luego os harían fregarla. Coñan decidió ser el primero en hablar con la sacerdotisa.

- Soy el Oráculo de Belfos. Habla y yo solucionaré tu problema - dijo la sacerdotisa.

- Yo soy Coñan, el bárbaro. Me llaman así porque a mi primo le gustaba el zumo de frutas. Vengo a preguntarte algo, bruja. Verás, fui arrebatado de mi pueblo cuando era niño, antes de que mi padre me explicara los enigmas del Universo. Por eso no sé qué deberé decirle a Cromf, que vive en el cielo aunque está en la tierra, cuando muera. Cuando muera yo, no Él. Sé que me preguntará el enigma del acero ¡como si Él no lo supiera! Pero no puedo decirle que es porque su mano tiene pelos, ya que Giman no tiene pelos y es muy fuerte. De hecho, el acero tampoco tiene pelos. Bueno, cierta vez vi... ¡bah!, ahora no importa. El caso es que él, Giman, ha perdido su espada, que era muy fuerte. Tanto él como la espada. ¡Y tampoco tenía pelos! Ninguno de los dos, quiero decir. Por eso quería preguntarte, bruja: ¿debería depilarme yo también? - dijo Coñan. La bruja, que ya no le oía, pues hacía rato que su conciencia huyó hasta el más remoto rincón de su mente, perdiendo todo brillo de inteligencia en sus ojos, sólo acertó a decir “Nooooo...”, con lo que Coñan se dio por satisfecho. Al salir, les dijo a sus compañeros que ya podían hablar con la bruja, pero sólo Boing Bum Tchack estaba en condiciones de hacerlo, porque los demás se estaban dedicando a derribar la columna central del templo a cabezazos, tarea a la que se sumó Coñan casi al instante. El Parjolillo sabía que debía darse prisa en hablar con la bruja, pues ya los cimientos de la estructura estaban comenzando a ceder.

- ¡Oh! Oráculo de Belfos, te pido que me ilumines con tu sabiduría y tus conocimientos - dijo el Parjolillo ante el cuerpo de la sacerdotisa, con los ojos desorbitados y babeando asquerosamente.

- Aaarrrggffffllllssññ - dijo la bruja.

- Tienes que decirme dónde encontrar una cura para el posadero ¡agh! - dijo el Parjolillo, sorprendido por el salvaje corte que se había hecho en el muslo al rascarse.

- Aurrgfls - el... tabernero... ¡hijijijiji! - dijo la sacerdotisa, sonriendo.

- Tienes que decírmelo ¡aaaargh! - dijo el Parjolillo, dolorido por el calambre que le dio en un anca. Al moverse, se fracturó un dedo con el brazo de la silla.

- Uuuuungf... la... cura... argsfl - balbuceó la bruja.

- Por favor... ¡aughgh!, dímelo - sollozó el Parjolillo. Dolorido por el corte que se hizo al morderse un labio, echó la cabeza hacia atrás con tal fuerza que se fracturó el cráneo contra el respaldo de la silla. Con una conmoción cerebral, y casi en coma, pudo oír los cabezazos que sus amigos propinaban a la columnata, así como los primeros crujidos que ominosamente anunciaban el fin de aquel templo. Por el bien de todos, debía darse prisa.

- Haaay... unaaa... curaaa... argfsl - dijo la bruja, y pareció desmayarse.

- Tienes... que... decírmelo... - dijo el Parjolillo. Al levantarse de la silla para intentar llegar hasta ella, ésta cayó haciendo palanca sobre su anca izquierda, rompiéndosela. Boing Bum Tchack gritó horriblemente.

- Despierta... ¡debes... decírmelo! - dijo el Parjolillo mientras, a duras penas, intentaba arrastrarse por la mesa para llegar hasta la sacerdotisa. No podía ver bien a causa de la sangre que manaba desde su frente hasta sus ojos. Pero seguía avanzando hacia ella. Debía hacerlo. En ese momento, el Parjolillo introdujo sus dedos en una juntura de la mesa, que era plegable, ésta se cerró debido a su peso, aplastándoselos. Su grito no fue oído por los héroes que continuaban dando cabezazos a la columna principal del templo, ni por los que ya habían sucumbido, ni tampoco por los monjes que, a la salida, se cedían constantemente el paso unos a otros, pues estaban muy bien educados. Como ninguno aceptaba la oferta, por caballerosidad, seguían allí, y algunos ya habían sido aplastados. Las primeras piedras empezaron a caer en la sala del Oráculo. El Parjolillo, aguantando el dolor, zarandeó a la sacerdotisa para que reaccionara.

- ¿Dónde está la cura? ¡Despierta, debes decírmelo! - la bruja parecía reaccionar a los esfuerzos del Parjolillo. Una piedra cayó en uno de los extremos de la mesa, enviando al Parjolillo y a la bruja volando al otro lado de la habitación. Al caer, Boing Bum Tchack se rompió algunos dientes, pero eso no fue nada, pues acto seguido un montón de cascotes le fracturaron el anca izquierda. Su grito resonó entre el estruendo de alrededor.

- La... la Cueva... del Dolor... agfs - dijo la bruja mientras el Parjolillo luchaba por llevársela fuera de ahí. Mientras, los monjes esperaban ansiosos que alguien aceptara su educada invitación de una condenada vez para poder huir de allí. Todos los héroes habían sucumbido, pero Coñan seguía de pie, dispuesto a derruir él solo el templo.

- Debrisa, debebos falir de aguí - decía Boing Bum Tchack mientras arrastraba a la bruja con los dientes. Sentía que su mente se iba. La conmoción y las demás heridas que había sufrido le debilitaban cada vez más. De pronto cayó en la cuenta de que él solo no podría salvarlos a todos. A punto de caer en la desesperación, vio a los monjes cederse el paso y una idea genial iluminó su mente. Tanto, que Coñan se detuvo por el súbito resplandor. Aquello le dio tiempo al Parjolillo para actuar.

- ¡Señores monjes! ¿Serían tan amables de ayudarme a mis amigos y a mí a salir de aquí? - dijo, y los monjes, que eran muy amables, le ayudaron ipso facto. En el momento en el que Coñan derruía el templo, los monjes ya habían sacado a todos de su interior. No había ningún herido grave, aunque los que llevaron al Parjolillo quedaron con ceguera grave durante 22 meses a causa del brillo de su cabeza. Con un gran estruendo, el templo del Oráculo de Belfos se derrumbó sobre sus cimientos. Los monjes quedaron desolados, se les había acabado la vida fácil. Y cuentan que tanto ellos como la sacerdotisa se vieron obligados a viajar hasta países extraños donde como no les entendían, podían hablar tranquilamente de cosas guarras. Pero esa es otra historia y ahora no viene a cuento. Mientras, Coñan, según salía de entre los escombros, gritaba que le debían una comida, que había ganado no se qué apuesta.

Una vez reunidos, nuestros héroes se curaron de sus múltiples contusiones y patearon al Nano. Tras esto, hicieron planes de campaña.

- Bien, el primer paso es encontrar esa cueva del dolor - dijo el Guerrero del Antifax.

- Se lo podríamos preguntar al Oráculo de Belfos - dijo el Nano, y le pegaron.

- Grrooouuuurpffsss - dijo Bárbara.

Sin decidirse por un curso de acción determinado, nuestros jirous (heros) partieron hacia el norte, que a algún sitio llegarían. Al poco tiempo, avistaron un poblado que evidentemente había sido saqueado. Al acercarse decidieron hablar con algún aldeano.

- Hoy hace buen tiempo, ¿verdad? - le preguntó Pipumpapumpí a un labriego que se desangraba.

- ¿Qué ha ocurrido? - preguntó el Guerrero del Antifax a un labriego que no se desangraba.

- Evidentemente, la aldea ha sido saqueada - respondió.

- ¿Quién ha sido? - preguntó Giman, el cual se sintió ofuscado.

- ¡Los orcos! Se han llevado casi todas nuestras provisiones para el invierno.

- ¡¿Casi todas?!

- Sí, escondíamos muchas en aquel granero.

- ¡Aaaaal ataqueeeee! - gritó el Guerrero del Antifax. En seguida todo el pueblo estaba devastado, y nuestros héroes aprovisionados.

- ¡Menos mal que los orcos no se lo llevaron todo! - dijo Coñan demorándose en un lapsus.

- Sí - dijo Giman, el cual se sintió hidrolizado. Mas adelante, nuestros héroes se encontraron con los orcos. O con lo que quedaba de ellos. Al parecer habían muerto de un ataque de cistitis aguda motivado por su dieta.


SEGUNDA PARTE: LA BÚSQUEDA

Al llegar a Endorfingus, la capital de Guerinofil, nuestros héroes fueron manteados durante 497 horas por un grupo de domingueros que luego huyeron en un Porsche. Tirados en el camino fue como los encontró una pareja de enamorados camino de la capital. Les dieron tanta pena que ella decidió beberse una pócima que habría de sumirla en un trance semejante a la muerte, del que sólo podría despertarla un beso de amor. Pero él, creyéndola muerta de verdad, se fue a celebrarlo con sus amigotes, sin darle el beso que habría de despertarla. Por ese motivo siguió durmiendo. Y cuentan que con sus ronquidos no dejó dormir a ninguno de los animalillos del bosque, por lo que éstos murieron de cansancio y los ciudadanos de Endorfingus murieron de hambre al no tener caza. Pero esa es otra historia.

Más tarde, otro ciudadano encontró a nuestros héroes tirados en el bosque. Decidió subirlos a su carro y llevarlos a la ciudad. Una vez allí, se los vendió al carnicero para que los despachara como ternera lechal. Pero en cuanto empezó a hacer filetes con ellos, se despertaron y, dándose cuenta de su situación inmediatamente, patearon al Nano para luego liarse a leches con el carnicero y sus ayudantes, arrasando por completo la tienda. Las gentes de la ciudad, que estaban hartas del carnicero por venderles la carne aguada, acogieron a nuestros héroes como eso, héroes. Les hicieron grandes loores, pero no muchos, no fuera a ser que se acostumbraran. El alcalde en persona, al que a fuerza de comer carne sobresaturada de hormonas le estaban creciendo criadillas en los sobacos, decidió acoger a los héroes en su casa, en prueba de buena fe. Y ya de paso les ofreció su ayuda.

- Estamos buscando la Cueva del Dolor. ¿Sabe dónde se halla? - dijo el Nano.

- Sí - respondió el alcalde mientras alguien pateaba al Nano.

- Ehhh. Bien. ¿Y dónde se encuentra? - dijo el Parjolillo.

- Depende. Aquí tenemos una cueva para cada dolor: el de cabeza, el de muelas, el de páncreas... ¡ay! - respondió el alcalde, algo dolorido por cerrar mucho los brazos. - El de esto, también.

- ¡Oh, bien! ¿Y ahora a cual vamos? - dijo Coñan mientras Giman derramaba el ponche por las paredes.

- Ohmmmmmm - dijo Pipumpapumpí en medio de una Epifanía.

- ¡Aaaaaahhh! - dijo el Nano, en medio de una paliza.

- Bueno, por una habrá que decidirse - dijo el Guerrero del Antifax mientras Giman prendía fuego al ponche que había derramado por la habitación. En un momento, todos se encontraron rodeados por las llamas. En cuanto la alcaldía comenzó a arder, las gentes de la ciudad se acercaron para asar castañas. Mientras tanto, nuestros héroes trataban de escapar.

- ¡Vamos a morir, y todo por mi culpa! - dijo Giman, el cual se sintió devastado.

- ¡Capullo! - le dijeron sus tripas.

- ¡No podemos salir, ay, ay, ay, ay! - dijo el Nano, y le pegaron.

- ¡Tiene que haber una forma de salir de aquí! - dijo Coñan mientras las gentes de la ciudad montaban una fiesta con bailes.

- No te culpes, compañero, saldremos de ésta - consoló el Guerrero del Antifax a Giman. El fuego ya llegaba a la planta superior, que tenía la altura de un 5º, pero como ellos estaban en la baja, no les importó demasiado. Fuera, las gentes de la ciudad empezaron a perder la fe.

- ¡La ventana, es nuestra única oportunidad! - dijo Boing Bum Tchack, y todos se lanzaron contra la ventana. Pero su esperanza pronto se esfumó, pues la ventana era blindada, y el alcalde no se sabía la combinación para abrirla.

- ¡¿Y ahora cómo salimos?! - dijo el Nano, y le pegaron.

- Tranquilizaos, saldremos de ésta - dijo Pipumpápumpi, el gemelo guapo. Pero no tenía muchas esperanzas. En la calle, la gente comenzó a adorar a dioses ateos y a trazar estrellas mágicas en el suelo. De ellas surgían demonios que arrastraban consigo a muchos de los incautos que estaban cerca. Para colmo, los demás puntuaban bajísimo las desapariciones, para hacerles rabiar. La mayoría preparaba rituales satánicos de sacrificio y miraba a los que se encontraban atrapados en el incendio. Pipumpápumpi sabía que si se salían de aquello, sería para caer en algo mucho peor. Ajenos a todo, sus compañeros trataban de abrir la ventana, golpeándola en un desesperado intento por que cediera. Pero no cedió, y al final le dio tiempo a la casa a quemarse del todo, así que escaparon rodeando la ventana blindada, que era lo único que había quedado intacto. Nada más salir, la chusma se lanzó sobre ellos, y nuestros héroes decidieron huir. Recorrieron toda la ciudad buscando una salida, pero el alcalde estaba puesto a dedo y no conocía el lugar, de modo que no tardaron en perderse. Por las calles, las gentes que seguían en sus casas les arrojaban piedras, tomates y parientes. Pronto la ciudad se llenó de cadáveres, fruta pocha y frasquitos de cristal llenos de un líquido azulado, que nadie sabía lo que era. Por suerte para nuestros héroes, de pronto los habitantes de la ciudad la palmaron de gastroenteritis, pues seguían una dieta que el carnicero había aprendido de los orcos.

- ¡Esta vez nos hemos librado por poco! - dijo Coñan.


TERCERA PARTE: SIGUE LA BÚSQUEDA

Al salir de la ciudad, nuestros héroes tuvieron que acostumbrarse a la ausencia de casas. Caminando por el campo pisaron, sin darse cuenta, a multitud de animalillos que constituían el único sustento de las gentes de aquel lugar. Éstas, al no tener qué comer, se fagocitaron unas a otras para sobrevivir. Y cuentan que algunas de esas gentes, que no quisieron convertirse en caníbales, se convirtieron en turistas, y visitando países y pueblos llegaron hasta un lugar en el que no se ponía el Sol, por lo que murieron achicharrados. Pero esa es otra historia.

Giman hacía la guardia, mientras se depilaba la planta de los pies. De pronto, oyó un ruido. Al mirar en la dirección de la que provenía, cosa que le llevó un par de minutos, vio un grupo de orcos que se acercaba. Analizando la situación, decidió que había que salir pitando. No tardó mucho en marcharse, por eso los orcos no se preocuparon de él y se limitaron a pulverizar a nuestros héroes, que seguían dormidos cuando empezaron a apalearles. Giman volvió cuando ya los orcos se habían ido. Como sus compañeros seguían durmiendo, él siguió montando guardia. Cuando por fin despertaron, nuestros héroes comprobaron que Giman les había depilado a todos por completo, cosa que les mosqueó muchísimo.

- No se por qué se molestan, están mejor así - dijo el demonio, que había subido a 9º nivel.

- Desde luego, ya no podrán tomarles el pelo - dijo el druida, también desde las tripas de Giman. Tripas que pronto procedieron nuestros héroes a patear, por lo ofensivo de los comentarios.

- ¡Agh, agh! ¡Que son mis tripas! - gemía Giman. El viaje continuó sin incidentes, hasta que llegaron a la entrada de una cueva.

- ¡Esta debe ser la cueva que andamos buscando! - dijo el Guerrero del Antifax.

- ¿Y cómo lo sabes? - le preguntó Coñan.

- Es la única con la que nos hemos encontrado - respondió.

- ¡Tiene razón! ¡Entremos! - dijo Pipumpápumpi, el gemelo guapo. Nuestros héroes encendieron unas antorchas y se golpearon con ellas hasta la inconsciencia. Cuando despertaron ya no tenían antorchas, pero no les importó demasiado, pues al Parjolillo todavía le brillaba la cabeza, así que le utilizaron para iluminar el camino. Nada mas entrar en la cueva, el Guerrero del Antifax derribó la entrada a hachazos, dejando a nuestros héroes atrapados.

- ¡Estamos atrapados! ¡Y todo por mi culpa! - dijo el Guerrero del Antifax.

- No te preocupes, estas cosas pasan, pero saldremos de aquí - le consoló Giman, el cual se sintió horripilado. Al no tener otra cosa que hacer, nuestros héroes siguieron adelante. Tras muchas horas, nuestros héroes llegaron a una inmensa cueva, en la que había un también inmenso dragón negro. El enorme ser les vio, y se acercó a ellos. Nuestros héroes reaccionaron como un solo hombre.

- ¡Nooo, no nos mates, por favor!

- ¡Piedad, piedad, piedad!

- ¡Soy muy joven para morir! - dijo el Nano, y le pegaron.

- Pero si yo no os iba a matar. Va contra mi naturaleza - dijo el dragón.

- ¿Cómo, no eres un peligroso dragón negro que escupe ácido sulfúrico? - dijo Pipumpapumpí, el gemelo feo.

- No, no. Yo soy un dragón de cabecera, me dedico a curar gente, y sólo escupo ácido acetilsalicílico - respondió el dragón.

- ¡Oh, pues yo tengo una migraña que no puedo! ¿Te importaría? - dijo el Nano.

- ¡Cómo no! - dijo el dragón, y le echó un lapo al Nano.

- ¡Huy, qué bien! ¡Ya estoy mejor! - dijo el Nano, y le pegaron. Pero le pegaron poco, porque en seguida el dragón usó su salvaje fuerza para arrear a nuestros héroes.

- ¡Maldita sea, lo acabo de recomponer, no me lo estropeéis! - Rugió el dragón.

- No les pegues, dragón. Son mis amigos - dijo el Nano, pero bajito, no fuera a ser que le oyera.

- Bueno, yo me llamo Gunufo, ¿y vosotros? - dijo el dragón. Terminadas las presentaciones, el Nano le contó a Gunufo el problema del tabernero.

- Hmmm, sí, yo conozco una cura para eso - respondió.

- ¡Fantástico! ¿Podrías decírmela?

- Bueno, la receta es muy complicada, y sólo yo puedo hacerla. Así que os acompañaré a visitar al tabernero.

- ¡Genial! - dijo el Nano, y no le pegaron.

Al día siguiente, el dragón abrió la entrada de la cueva y, como no tenía alas, caminaron todo el rato, en dirección contraria a la posada, por que eran muy despistados. 7 veces intentaron patear el Nano y otras tantas fueron rechazados por las zarpas de Gunufo. Sólo las tripas de Giman parecían satisfechas por aquella escalada de terror que se cebaba en los pobres aventureros. Después de 5 días de viaje, vislumbraron una humareda a lo lejos.

- ¿Qué podrá ser eso? - preguntó Coñan.

- Seguramente fuego - dijo el Nano, y no le pegaron porque Gunufo fue más rápido.

- Me duele que pegues a mis amigos, Gunufo - dijo el Nano, pero sus carcajadas le desmentían. Cuando acabó, Gunufo discutió con el Nano acerca del posible origen del humo. Los héroes no entraron en el debate porque no estaban para nada ni para nadie. Cuando se acercaron al origen del humo, vieron una ciudad sitiada por los orcos, que se estaban alimentando de las cosechas de cereales.

- ¡Si toman alimentos sanos serán invencibles! - dijo el Nano, y decidieron no pegarle en cuanto Gunufo levantó su zarpa.

- ¡Debemos ayudarles! - dijo el Guerrero del Antifax, irreconocible sin su barba.


CUARTA PARTE: EL SITIO DE CHIDURFIN

Nuestros héroes no tardaron en tomar contacto con los habitantes de Chidurfin, los chidurfistas. Tomaron contacto concretamente con una partida de exploración que les confundió con un grupo de orcos que se habían depilado para camuflarse entre la gente, y les atacaron. En cuanto intentaron pegar al Nano, bastaron unos zarpazos de Gunufo para deshacer el entuerto.

- Somos de Chidurfin, y hemos partido en busca de alimentos - dijo uno.

- Sí, los orcos se han apropiado de casi todas las provisiones - dijo otro.

- Os confundimos con orcos camuflados, pero ahora reconozco al gran Giman, aunque los demás estáis muy cambiados - dijo otro más.

- Y además a los orcos no les brilla la cabeza - dijo otro que había allí.

- ¡Grumpfs! - dijo el Parjolillo, irreconocible en su aureola luminosa y su total calvicie. Su comentario debió de ser muy ofensivo, porque Bárbara le corrió a escobazos.

- Debemos entrar en la ciudad, ¿cómo podemos hacerlo? - preguntó Coñan.

- Por este pasadizo - dijo uno. Y efectivamente, ahí había un pasadizo. Pronto se produjo la triste despedida. Tras untarse el cuerpo en melaza, la expedición partió en busca de alimento. Sólo llevaban encima unos víveres robados a los orcos. Dichos víveres les produjeron tal diarrea que todos se fueron vaciando por el camino, menos uno, que con el tiempo llegó a ser un hombre sabio y respetado.

Mientras, nuestros héroes recorrían el mismo punto del laberíntico pasadizo por enésima vez y decidían tumbarse a esperar el fin. En un estado lamentable fue como los encontró un grupo de guardia de la ciudad, que los recogió, se los llevó, y se perdió también, con lo que tuvieron que ser rescatados por otro grupo de guardia que se conocía el camino.

Una vez en la ciudad, nuestros héroes despertaron y planificaron la defensa del lugar, cosa que enfadó a los chidurfistas por no dejarles meter baza en el asunto. Por eso decidieron pegarles a todos menos al Nano, por razones obvias.

- Está... bien, decid lo que sea, ¡agh! - dijo Coñan.

- ¡Esos orcos nos han robado la comida, y es de excelente calidad! - dijo uno, pero no el mismo uno de antes.

- Eso ya lo sabemos - dijo Giman, el cual se sintió aplanado.

- Sí, pero no por nosotros - respondió el uno.

- ¡¿Y ahora qué podemos hacer?! - dijo otro, que tampoco era el mismo otro de la otra vez.

- ¿Cómo son vuestras fuerzas militares? - preguntó Giman.

- ¡Así! - exclamó el uno abriendo mucho los brazos.

- Entonces no deberíais tener problemas - dijo el Guerrero del Antifax.

- ¡Tengo una idea! Sólo tenemos que infiltrarnos en el campamento de los orcos, llegar a sus despensas y cambiar la fecha de caducidad de todos los alimentos - dijo el Parjolillo. Al principio pensaron que aquello era una chorrada, pero cuando se le iluminó la barriga comprendieron que era una idea genial. Boing Bum Tchack, en cambio, sollozó amargamente.

- ¡Buena idea! ¡Partiréis ahora mismo! Os acompañará el mejor de mis hombres. ¡Fingungu! ¡Ven aquí! - dijo el otro. Al ver al guerrero que había sido llamado, nuestros jirous (heros) comprendieron que no pudieran con los orcos. Fingungu “el Baboso” era un fuerte guerrero, pero tenía la manía de babear mucho, de limpiarse en las manos, y de restregárselas luego por todo el cuerpo, lo que hacía que presentara por toda su superficie una capa de babas viscosas que le hacían pegarse a todas partes. Sonaba mal, era lento, no podía correr, y hacía un ruido muy asqueroso al moverse. Las mamás chidurfistas les decían a sus hijos que no se limpiaran con las manos o se volverían como Fingungu “el Baboso”. Cuando los niños le veían se asustaban tanto que se volvían anacoretas compungidos, por lo que las mamás le odiaban. Bueno, la verdad es que le odiaba toda la ciudad. Por eso iban a aprovechar aquella ocasión para deshacerse de él, enviándolo al exterminio junto con los extranjeros. No es que fueran xenófobos, pero por si acaso.

Aquella noche, el Nano propuso un plan de acción. Era buenísimo, pues el Nano era un gran estratega. Todos aceptaron el plan porque en cuanto fueron a pegarle, Gunufo les pateó.

- Bien, esos orcos no saquearán más ciudades - dijo el Nano, y los héroes pegaron al Parjolillo, a falta de otra cosa. Gracias a Fingungu encontraron la salida del subterráneo. Una vez fuera, nuestros héroes empezaron a pensar que quizá no tuvieran éxito.

- Giman - dijo Coñan.

- Coñan - dijo Giman.

- No estoy seguro de que el plan funcione.

- ¿Por qué? Es muy bueno.

- Sí, pero el plan depende de que podamos aparentar ser una familia de pingüinos bien avenidos.

- ¿Y?

- ¿¿Y?? ¿Cómo vamos a conseguirlo con un guerrero que se adhiere a todas las superficies, un mago que brilla, un dragón enorme y unas calvas como las que tenemos?

- ¡¿Qué tienes contra las calvas?!

- ¡Son ridículas! - se burló Coñan y Giman le atacó, dispuesto a darle su merecido. Alertados por el ruido de la pelea, nuestros héroes se despertaron. Fingungu les empujó, tratando de separarles, pero sus manos se quedaron pegadas a ellos.

- ¡Maldita sea! ¡Suéltame! - gimió Giman, intentando despegarse, sin conseguirlo. Bárbara, el Guerrero del Antifax, el Parjolillo, los bardos y el Nano acudieron en su ayuda, pero sólo consiguieron quedarse adheridos ellos también.

- ¿Y qué vamos a hacer ahora? - dijo Pipumpapumpí mientras trataba de soltar sus piernas arrastrándose con las manos. Bárbara, con el vientre adherido a Coñan, trataba de liberarse haciendo palanca con su escoba, pero también ésta quedó atrapada. Los bardos trataron de soltarse cantando baladas de amor, pero no sirvió de mucho. De pronto, un grupo de orcos apareció, atraído por el tumulto.

- ¡Vais a morir! - gritaron los orcos.

- ¡Maldita sea, no podemos defendernos! - dijo Giman, el cual se sintió atolondrado.

- ¡No os preocupéis! ¡Yo os salvaré! - dijo Gunufo, y se lanzó al ataque. Nuestros héroes redoblaron sus esfuerzos. No tenían mucha confianza en que un dragón que escupía aspirinas pudiera salvarles de los orcos. Por suerte para nuestros amigos, los orcos, debido a su anterior dieta, tenían úlcera gastrointestinal, alergia a salicilatos, cirrosis hepática, insuficiencia renal aguda y además eran hipovolémicos. Debido a todo eso, el ácido acetilsalicílico les provocó pólipos nasales, ardores, dispepsia, nauseas, visión borrosa, anemia y hemofilia, por lo que murieron de shock traumático generalizado.

- ¡Esta vez nos hemos librado por poco! - dijo Coñan.

QUINTA PARTE: LA INCURSIÓN

- Bien, debemos acercarnos al campamento orco sin llamar la atención - dijo el Nano, y pegaron al Guerrero del Antifax.

- Perfecto, traed los trajes de camuflaje - dijo Giman, el cual se sintió estupefacto.

- ¡No los encuentro! - dijo Boing Bum Tchack. Todos se rieron, porque el chiste les pareció muy bueno, pero cuando les dijo que era verdad, que no los encontraba, le pegaron por inútil.

- Bien, para llevar a buen término la misión, creo que deberíamos despegarnos - dijo Coñan, y a todos les pareció buena idea. Gunufo logró despegarles no sin algunas dificultades. Después utilizó sus habilidades médicas para realizarles injertos de piel. Cuando acabó, se dirigieron hacia el campamento. Les fue fácil burlar a los guardias orcos, que estaban emperifollándose unos a otros. Una vez dentro del campamento, decidieron separarse. Tras la clásica escena en la que todos se desean buen viaje y esas cosas, el Nano se fue con Giman y Gunufo, los dos gemelos fueron juntos por otra parte, Coñan y Bárbara se acercaron al otro extremo del campamento y el Guerrero del Antifax acompañó a Fingungu hasta la mayor tienda del campamento.

El Nano, Giman y Gunufo llegaron pronto a la despensa, y aprovechando que a los guardias les había dado un cólico nefrítico alteraron la fecha de caducidad de todos los alimentos para mañana.

- Con esto bastará - dijo Giman, el cual se sintió deshonesto.

- Vámonos - dijo el Nano, y Giman se contuvo. Mientras tanto, los dos gemelos se desesperaron cuando vieron un cartel que decía “Tumbuctú: 2 km.”. No veían el campamento por ninguna parte. Coñan y Bárbara se encontraron de frente con un pelotón de orcos, y entablaron combate. Mientras se peleaban, los orcos empezaron a apostar sobre el resultado, la mayoría por Bárbara. Por su parte, el Guerrero del Antifax y Fingungu se acercaron a una choza en la que había extraños personajes practicando brujería, y decidieron atacarles.

- ¡Pásame un puñal, Fingungu! - dijo el Guerrero del Antifax. Fingungu le pasó un puñal, pero fue incapaz de soltarlo porque se había quedado pegado. El Guerrero del Antifax también quedó pegado al mango del puñal. Intentando soltarse, ambos quedaron con ambas manos aprisionadas en el puñal y sus cuerpos adheridos entre sí. Lograron ponerse en pie antes de que el alboroto que habían causado atrajera a multitud de orcos. Pero no pudieron huir porque sus pies estaban pegados al suelo. Por suerte para nuestros héroes, se les habían adherido al cuerpo multitud de hojas secas y polvo, dándoles un aspecto realmente amenazador.

- ¡Dos monstruos! ¡Aaaah! - gritaron algunos orcos, olvidando que ellos también eran monstruos. Los que no fallecieron por fallo cardiovascular huyeron a toda prisa del lugar. De resultas de aquello se formó un gran revuelo en el campamento. Alertados, nuestros héroes se temieron lo peor y fueron pronto a ver qué pasaba. Todos menos los gemelos, que le preguntaban el camino de vuelta a un señor viejo sentado, con trajes de piel curtida, gorro de plumas y pinturas en la cara, que no paraba de decir ¡jao! También Bárbara decidió dejar de pegar a Coñan y acudió al lugar de los hechos mientras los orcos que contemplaron su pelea se repartían las apuestas antes de morir por insuficiencia renal. Cuando todos estaban reunidos al lado de la gran tienda, vieron al Guerrero del Antifax y a Fingungu convertidos en una abstrusa estatua de polvo y hojarasca. Estaban rodeados por muchos orcos. Pero éstos no se acercaban, atemorizados por su aspecto y por los gruñidos esporádicos que lanzaban para tenerles alejados.

- ¿Y ahora cómo les sacamos de este lío? - dijo el Nano, y pegaron a Bárbara, pero ésta les corrió a escobazos a todos. Por suerte para nuestros héroes, a los orcos les tocaba la incursión de las 9,15 y se fueron, dejándoles a solas con Fingungu y el Guerrero del Antifax. A tenor de experiencias pasadas, decidieron pedirle directamente a Gunufo que les separara, cosa que hizo encantado.

- Bueno, ¿qué hay en esa tienda? - dijo el Nano, y pegaron a Coñan.

- Brujos humanos. No se que estarán haciendo - dijo el Guerrero del Antifax.

- Observémoslos - dijo el Nano, y pegaron a Pipumpapumpí, que ni siquiera estaba allí. Los brujos se encontraban laborando con extrañas pociones y viejos pergaminos.

- ¡Ja, ja, ja, ja, ja! Cuando en la Torre Negra descifren estos pergaminos binarios, ya nada podrá detener al Ejército Oscuro - dijo el brujo alto.

- ¿Y cómo les haremos llegar a los de la Torre los pergaminos? - preguntó el brujo medio.

- ¡Sencillo! Con estos transmisores de imagen digitalizada por vía telefónica - respondió. Al oír esas palabras, el Nano se temió lo peor.

- ¡ Aaaaarrgh! - gritó el Guerrero del Antifax mientras se lanzaba de un salto contra el aparato que estaban utilizando los brujos. Éstos trataron de detenerle, pero el Guerrero le asestó 9 hachazos al fax antes de poner los pies en el suelo. Nuestros héroes decidieron intervenir.

- ¡Maldito! ¡Has destruido el fax y los pergaminos que contenía! ¡Pagarás por ello! - dijo el brujo bajo.

- ¡Coñan, ataca al brujo alto! - dijo el Nano.

- ¿A cual? ¿A éste? - dijo Coñan señalando al brujo mayor.

- No, al mayor no. Al alto - dijo el Nano.

- ¿Y cual es la diferencia?

- Coñan, serás muy bueno destripando gente, pero no llegarás a ser un buen guerrero mientras no sepas la diferencia entre el brujo bajo, el alto y el mayor.

- Bueno... yo...

- Mira, ese brujo es alto, y ese también, pero ese es el mayor porque es el más alto.

Mientras Coñan y el Nano discutían, nuestros héroes pasaron a la acción. Excepto los gemelos, que estaban huyendo de un oso blanco en medio de un lago helado. El brujo mayor lanzó un sortilegio contra el Guerrero del Antifax, y éste empezó a vislumbrar la veracidad de las palabras. El Parjolillo, en revancha, le convirtió en una ensaimada feliz.

- ¿Ves? Como el que fuera el brujo mayor ya no está, ahora el más alto pasa a ser el mayor - decía el Nano.

- No he acabado de comprenderlo bien. Si era el alto ¿por qué ahora es el mayor? . preguntó Coñan.

- ¡Guerrero! ¡No nos falles ahora! ¡Lucha! - gritó Giman al Guerrero del Antifax, y se sintió obnubilado.

- Sí, ahora comprendo lo que me quieres decir, amigo Coñan - dijo el Guerrero del Antifax, que ahora comprendía la veracidad de sus palabras. Fingungu se enzarzó en un cuerpo a cuerpo con el brujo mayor, que antes era el más alto, y ambos quedaron pegados al suelo. Sólo quedaba el brujo pequeño, porque al menor lo había pisado alguien sin darse cuenta.

- ¡No me detendréis! - vociferó. Lanzó un terrible sortilegio contra Bárbara, pero Giman se interpuso a tiempo, recibiendo todo el impacto. Mientras nuestros héroes pateaban al brujo, Bárbara se arrodilló junto a Giman.

- Bárbara, unggf, esto... lo he... hecho por... ti - dijo Giman, y con un sollozo Bárbara empezó a patearle las tripas. Mientras, el brujo pequeño, que ahora era el menor, se retorcía de dolor por la paliza que le estaban propinando. Se quejaba tanto que tuvieron que patearle más para que se callara, lo que hacía que chillara aún más. Esto provocó un círculo vicioso que continuó durante toda la vida del brujo. Y cuentan que el lugar se convirtió en centro de peregrinación de gentes que venían a patearle con la esperanza de que se callara, pues llegaron a pensar que aquel que produjese tal milagro obtendría un gran don de la diosa de las orgías. Pero esa es otra historia y ahora no viene a cuento. Mientras pateaban al brujo, Giman se comió la ensaimada feliz que no paraba de decir que se la zampasen, que estaba muy buena. Pero no sirvió para que Giman se recuperara, pues en cuanto el que fuera el brujo mayor llegara a sus tripas, empezó a hablar desde ellas, dándole las gracias por consumirle. Pronto empezaron a llegar los Chidurfistas. Cuando algunos les relevaron de la tarea de patear al brujo menor, que antes era el mas bajo, les contaron que su plan fue un éxito, que los orcos al ver que la comida iba a caducar pronto, se la comieron toda y reventaron. Mientras tanto, la Torre Negra estallaba para que no se escapara ningún malo.

SEXTA PARTE: LA VUELTA

Un mes más tarde, cuando los héroes ya habían abusado bastante de la gratitud de aquellas gentes, decidieron marcharse del lugar. Justo entonces llegó un circo procedente de remotas tierras. Entre sus atracciones estaban los bardos gemelos, en un número en el que cantaban en equilibrio sobre una cuerda de polietileno a 20 metros del suelo sobre una cuba llena de pirañas salvajes. Además, hacían malabarismos con platos típicos de la región sin que se derramaran, mientras desde el suelo, 6 focas deprimidas les arrojaban un surtido variado de minerales exóticos envueltos en panfletos subversivos escritos en papel reciclado. Cuando vieron de nuevo a los héroes, decidieron volver a su vida de nómadas junto a ellos, y abandonar el circo. Según nuestros héroes se alejaban de la ciudad, el circo se derrumbaba en llamas sobre todos los ciudadanos congregados allí, exterminándolos.

Tras muchas correrías, regresaron al “Calnelo Amalillo”, y Gunufo pudo aplicarle la cura al posadero, el cual se volvió verde. Y cuentan que se enamoró de una marciana muy guapa y se fue con ella por esas galaxias, hasta que se vieron perseguidos por un ranger del espacio, llamado Han Conleche, que les acusaba de traficar con pseudópodos artificiales. Pero esa es otra historia. El caso es que el negocio lo heredó un hermano suyo que no cambiaba de raza, sino de especie.

Al fin, Gunufo se despidió de nuestros héroes y se fue. Mientras se iba, el Nano le siguió con la mirada, hasta que se perdió en el horizonte.

- Es una pena que Gunufo se vaya, ¿no creéis, chicos? - dijo el Nano, y le pegaron.

FIN


domingo, 11 de mayo de 2008

CROSSOVER DE SERIES

Leo en el blog de Jamfris un bonito meme de esos que dan para postear cuando no (se) te ocurre nada digno de mención. La cosa va de apuntar tres (3) crossovers de series de televisión que te gustaría ver.

El problema es que un servidor no conoce muchas series porque no ve ná la tele. Las que conozco las he visto vía DVD/divx en casa de algún amiguete. En fin, veamos qué sale.

Star Trek la nueva generación / Futurama.

Durante uno de sus encargos, la Planet Express vuelve a alterar el continuo espacio-tiempo de forma accidental y viaja hasta un universo paralelo donde se da de bruces con la Enterprise. Tras convencerse mutuamente de que no son hostiles, el capitán Picard les ofrece su hospitalidad, oportunidad que Bender aprovecha para hacerse fuerte en el puente de mando y llevar la Enterprise en una ruta de saqueo por la galaxia para enseñarle a su nuevo amigo Data las virtudes del alcohol y las robopilinguis.

The IT crowd / El coche fantástico.

Michael Knight tiene que investigar un asunto en Londres y la única pista le lleva hasta Industrias Reynholm. Tras encontrarse casualmente con Jen, decide llevársela en el coche con intención de ir intimando mas. Pero la pareja descubre que hay mas gente en el asiento de atrás. Se trata de Moss y Roy que, fascinados por el cuadro de mandos de Kitt, empezaron a hurgar en todos los sistemas, aprovechando para mejorarlo un poco. De resultas de ello ahora Kitt solo oye las voces de la radio, lo que le lleva a sufrir una crisis esquizofrénica paranoide. El resto del capítulo lo pasan intentando sintonizar una secuencia de radios que le ordene pararse y abrir las puertas, mientras siembran el caos por Londres a 200 km/h y Moss y Roy intentan volver a arreglar al pobre Kitt.

CSI Las Vegas / Padre de Familia.

Los Griffin se van a Las Vegas a pasar las vacaciones y se meten en problemas por culpa de la ludopatía de Lois. Incapaz de pagar las deudas, Peter debe disfrazarse para escapar y por azares del destino resulta sospechosamente parecido a Gil Grissom. Tras ser el único superviviente en un tiroteo de la mafia debe hacerse pasar por él para salir de ahí, pero luego le gusta el trabajo y decide quedarse. Para ahorrarse el hotel hace vivir a la familia en el depósito de cadáveres mientras se dedica a arruinar todas las pruebas de todos los casos con su inimitable estilo. Al final, Al Robbins le hace la autopsia a Meg a pesar de sus quejas y se descubre el pastel cuando aparece el verdadero Grissom, que todo ese tiempo ha estado ocupado peleando con un hombre vestido de pollo que le había confundido con otra persona.

Bonus track!!!

Veronica Mars / Como conocí a vuestra madre.

Veronica llega a Nueva York a investigar un caso y acaba en una mazmorra, atada y amordazada, mientras Robin y Lily le dan azotitos en el culete y la someten a todo tipo de castigos y algunas otras cosas mas bonitas. Las tres embutidas en cuero y látex ceñido y con tacones de 15 cms.
Mmm no recuerdo cómo era la trama que hacía que acabaran así, pero era muy intrigante y bien construida, que conste. Esa escena no es gratuita. Para nada. Fijaos si es importante que duraba casi todo el capítulo...

Si. Eso. Ejem.


Veamos, que yo ahora nomino a... Raul Atreides, Lorzagirl y Delfina (que el anterior no lo hizo, jo).

viernes, 25 de abril de 2008

TRAUMATISMO GRATUITO

Ya que sigo de sequía creativa, aprovecharé para subir otro de esos estúpidos relatos de fantasía absurda. Ya quedan pocos, no se qué haré para postear cuando se acaben.






TRAUMATISMO GRATUITO
(EDICIÓN ESPECIAL)


Como habían liquidado al gallo, ahora la gente se despertaba sobre las 12 del mediodía, y el día de hoy no era una excepción. La vida transcurría con normalidad. Los pájaros se comían las cosechas, los lobos arrasaban el ganado, las hordas de orcos masacraban a los niños, en fin, todo era normal. Ajenos a su destino, nuestros héroes pasaban el tiempo plácidamente en la taberna “el carnero negro”. El Guerrero del Antifax les contaba a los parroquianos cómo de regreso al pueblo se habían encontrado con unas réplicas suyas, a las que dieron muerte tras patear a los dos Nanos. Hay que aclarar que como no sabían el destino que había corrido Pipumpapumpí, el gemelo feo, se quedaron con el que encontraron, aunque antes le cortaron las dos orejas y el rabo, por lo que quedó más feo. Como quiera que el Guerrero del Antifax no se explicaba muy bien, su audiencia creyó que les estaba relatando la manera en la que los Purlachufos siembran los pepinos con los dientes. Los Purlachufos son una raza amable y de buenos sentimientos, que tienen cabeza de cocodrilo, cuerpo de cigüeña, brazos de gorila, piernas de topo, rabo de conejito, dientes de hipopótamo, melena de león, barba de 6 días y orejas de elefante. A pesar de todo, se creen una raza hermosa.

Cuando por fin acabó su relato, el Guerrero del Antifax se dirigió hacia donde se encontraban sus amigos mientras los hombres con los que había hablado se mesaban las barbas unos a otros.

- ¿Qué pasa, chicos? ¿Alguna novedad? - preguntó el Guerrero del Antifax a sus amigos. Pero éstos no le contestaron, pues Giman trataba de desclavar su espada del techo, y los demás jugaban tranquilamente a las cartas mientras por debajo de la mesa pateaban cómodamente al Nano.

En ese momento, entró un emisario del rey, vestido con una capa negra. Como no llevaba más, se rieron de él. Excepto el posadero, que por más que se escondió no pudo evitar volverse chino. Por encima de las risas y sin poder contener el rubor, el emisario consiguió hablar.

- Es que me han robado mientras dormía - dijo.

- Seguro que ahora quieres que toquemos el acordeón - rió Pipumpapumpi su propio chiste. Como nadie más le vio la gracia, le lincharon entre todos los de la taberna. Ahí o uno dice buenos chistes o se calla.

- ¡Debéis acompañarme al Concilio Blanco, donde se os encomendará una misión! - dijo el emisario, tratando de taparse con la capa.

- ¡Segulo que ahí son todos blancos! No hay delecho - dijo el posadero.

- Usted se calla, peligro amarillo - dijo Coñan sin ningún reparo.

- Ggggmmmmmnnfs - gemía Giman tratando de desclavar la Espada en el Techo.

- ¿Cómo sabemos que no miente? - dijo el Parjolillo.

- Sólo lo sabréis acompañándome - dijo el emisario, y la verdad es que tenía razón. Los héroes decidieron acudir a la cita, no sin antes patear al Nano. Al salir vieron a un labriego esculpiendo una vaca, la cual sangraba por todas partes.

Nada más salir del poblado, agarraron al emisario y lo colgaron de un árbol por los accesorios, para que se espabilara. Y cuentan que estuvo allí tres días con sus noches hasta que alguien le quiso descolgar. Se trataba de una hermosa mujer que después de verle como había quedado, pensó que estaría mejor sin ellos y se los cortó para dárselos a su perrito faldero. Después de aquello, el emisario tuvo que ganarse la vida como odalisca. Pero esa es otra historia y... nada más.

No tardaron mucho nuestros héroes en llegar a la Torre Blanca, sede del Concilio del mismo color, pero sí tardaron en encontrar la entrada. Les llevaron a una gran sala donde Salfuman, el más poderoso brujo de la orden, Gandulf, el Vago, y Elno, el medio elfo, estaban siendo manteados por unos domingueros que luego huyeron en un Porsche. Tras una espera de 163 horas, pudieron hablar.

- ¡Hola! - dijeron.

- ¡Nos habéis llamado, y hemos venido! - dijo solemne Dorimedonte Teodosio "el Nano", villanos le maten, antes de que sus amigos le tirasen por encima una caja de polvos picapica. Los guardias, que no comprendían nada, se volvieron tontos.

- Os necesitamos para que llevéis un mensaje al rey del Bosque Fucsia, pues en esta hora ha de ayudarnos contra el Enemigo, que está empezando a despertar - dijo Salfuman mientras el Nano se empezaba a rascar por todo el cuerpo. Los mayordomos le miraron retorcerse hasta volverse idiotas.

- ¿Cuándo despertará el Enemigo? - preguntó Giman, el cual se sintió abrumado.

- Bueno, siempre se echa la siesta de 4 a 6 - contestó Elno mientras el Nano se subía por los muebles rascándose en un paroxismo de convulsiones. De pronto, Elno empezó a insultarse a sí mismo y a darse collejas. Esto se debía a que era medio elfo, y su parte humana era xenófoba, y en estos momentos se estaba metiendo con la parte elfa, la cual se las daba de víctima, pero también daba guerra cuando quería. Gandulf creyó conveniente continuar con la conversación.

- Creo conveniente que continuemos con la conversación - dijo.

- Nos parece bien - dijo el Guerrero del Antifax mientras el Nano se retorcía por el suelo rascándose, con las ropas hechas jirones.

- El mensaje está escrito en un pergamino de sebo de rana que a su vez se halla dentro de un cofre, el cual transportaréis vosotros, y que no deberéis abrir bajo ningún concepto - dijo Gandulf.

- ¿Es que está protegido por un poderoso hechizo? - preguntó el Parjolillo mientras el Nano continuaba rascándose y empezaba a sangrar por todo el cuerpo.

- No, es que la jodida tapa está algo rota y no hay quien la cierre después - respondió Gandulf mientras el medio elfo empezaba a pegarse patadas y hacerse llaves de lucha libre a sí mismo. Las criadas, al ver eso, se volvieron imbéciles. Salfuman prosiguió, tras patear un poco al Nano.

- ¡Venga, coño, largaos de una vez! - dijo, y los héroes partieron. Cuando se habían marchado, y Elno dejó de pegarse a sí mismo, los tres brujos vieron cómo todos sus sirvientes se habían vuelto imbéciles, y ahora estaban colgándose de las cortinas, lanzándose objetos y, en fin, imitando los más bajos instintos de los primates, por lo que decretaron que, cuando terminaran la misión, los héroes fueran masacrados por gafes.

Como no había forma de que el Nano permaneciera quieto en la silla de su caballo, le ataron a ésta por un pie y lo arrastraron por el camino, rascándose, sangrando y con la ropa hecha trizas. La gente, al verlos pasar, les arrojaba monedas, que recogían eficientemente los bardos gemelos. Al final, llegaron hasta un río, y los héroes decidieron remojar al Nano para que se estuviera ya quieto. El Nano salió muy aliviado y contento del chapuzón.

- ¡Gracias, chicos! Sois unos auténticos amigos - dijo el Nano, y le pegaron.

Giman hacía la guardia. Estaba depilándose los pies, cuando el Parjolillo se despertó.

- ¿Has visto mi medallón rojo con un demonio de 8º nivel? - preguntó.

- Me lo he comido - respondió Giman. Ahora comprendía por qué las tripas le incitaban al pecado constantemente.

Caminaban tranquilamente por la llanura, camino del Bosque Fucsia. Los bardos iban calladitos porque las dos veces que intentaron cantar se llevaron una buena zurra. Dorimedonte Teodosio "el Nano", villanos le maten, no decía nada por si acaso. Giman hablaba con sus tripas acerca de la condenación eterna. Bárbara permanecía meditabunda desde que vio a un hombre nadando en un río tras un banco de barbos. Coñan practicaba con la espada mientras cabalgaba, para ganar tiempo, y su pobre caballo tenía más cicatrices que un domador de gatos. El Guerrero del Antifax se había sentado al revés sin darse cuenta y ahora no hacía más que dar la lata insistiendo en que estaban retrocediendo. Por último el Parjolillo se entretenía en lamer la crin de su caballo cuando vio a una horda de orcos acercándose hacia ellos con evidentes intenciones de descuartizarles. Ante tal situación, tomó una decisión desesperada.

- ¡Chicos, contenedles mientras yo me largo! - gritó mientras huía a grandes saltos. Su grito sirvió para poner a sus amigos sobre aviso del ataque con la suficiente antelación para que no pudieran evitarlo de todas formas, de modo que los orcos empezaron a vapulear a nuestros héroes. Sin embargo, el Parjolillo no contó con que nuestros jirous (heros) sobrevivirían a aquella matanza. Pero así fue. Los orcos estaban muy bien armados, eran muy fuertes y muy numerosos, pero nuestros héroes se salvaron porque los orcos no regulaban su nivel de colesterol, por lo que en plena batalla les dio un ataque al corazón y fenecieron.

- ¡Esta vez nos hemos librado por poco! - dijo Coñan.

- ¡Ese maldito mago cobarde nos las pagará! - dijo Giman, y se sintió desolado.

- Grroooouuuurgpfs uungrfsa roooarggdks - dijo Bárbara, y la verdad es que tenía razón.

- Ahora no podemos entretenernos, debemos llevar este mensaje al rey del Bosque Fucsia. Creo que podríamos pasar la noche en el bosque de Arraflaflás, al que temen los orcos - propuso el Guerrero del Antifax mientras Giman se depilaba las cejas.
- A lo mejor encontramos panales de rica miel - rió Pipumpapumpi su propio chiste, pero como los demás no lo cogieron, le patearon la boca por idiota.
Perenne oscurecía la tarde cuando nuestros héroes llegaron a los lindes de Arraflaflás (nombre que, por cierto, les sonaba mucho a nuestros muchachos). Se encontraron de nuevo al Parjolillo, y después de los abrazos y los besitos por el alegre reencuentro, le patearon las tripas. Después de linchar al Parjolillo por cobarde y al Nano porque sí, se adentraron en el bosque al que no se atrevían a entrar los orcos, por ser la morada de la más hermosa raza de la Tierra. O eso decían ellos. Allí habitaban los Purlachufos, y acogieron a nuestros héroes. Y reconocieron al Guerrero del Antifax como al Gran Difamador de los Purlachufos. Y encadenaron a nuestros héroes. Y los arrojaron a las arenas movedizas. Mientras intentaban escapar, nuestros héroes se daban ánimos mutuamente.

- ¡Vamos a morir!

- ¡Socorroooo!

- ¡Piedad, piedad!

Cuando ya estaban con la arena al cuello, aparecieron unos domingueros en un Porsche que les mantearon a todos durante 235 horas, y de resultas de aquello las cadenas se troncharon de risa, con lo que pudieron escapar. Al salir del bosque, Giman se depiló los brazos.

Tras varios encuentros con los orcos similares al anterior, nuestros héroes llegaron a los límites del Bosque Fucsia.

- ¡Debemos entrar ahí, amigos! - dijo el Nano, y le pegaron.

- ¡Te repito que no quiero hacer sacrificios humanos! - le decía Giman a sus tripas. No sólo le pedía que adorase al Maligno, sino que encima le daba la tabarra cada vez que comía algo con ajos, el demonio ese. Giman empezaba a hartarse.

Llevaban varios días de viaje por el Bosque Fucsia cuando empezaron a sentir miedo. Apenas podían dormir, por lo que las noches las ocupaban repasando la anatomía de Dorimedonte Teodosio "el Nano", villanos le maten, a base de patadas. Así transcurrían las jornadas hasta que, sin aviso alguno, les atacaron unas arañas enormes. Tan grandes que si fueran elefantes no tendrían 8 patas. Giman, como iba desarmado, se defendió a base de salivazos y palabrotas. Coñan demostró su pericia haciendo hábiles malabarismos con la espada, pero las arañas pasaron de él. Los 3 bardos gemelos se pusieron a cantar, y lo hicieron tan mal que las arañas, en vez de lanzarles telarañas, les lanzaron tomates. Bárbara mató a varias a escobazos. El Guerrero del Antifax cayó ante el enemigo mientras 4 arañas pateaban al Nano con todas las patas que podían usar. Por su parte, el Parjolillo formuló varios de sus hechizos, obligando a algunas arañas a caminar hacia atrás, a realizar concursos de pedorretas y a construir casitas de paja, de madera y de ladrillo. Como la superioridad numérica de las arañas era aplastante, el Parjolillo decidió huir cuando tuvo la oportunidad. Ya las repugnantes arañas iban a acabar con nuestros héroes cuando en ese instante apareció un hermoso elfo con una extraña arma en las manos.

- ¡Raid! - gritaron las arañas. Trataron de huir, pero el elfo fue más rápido y accionó su arma antes de eso. Pero huyeron de todas formas, porque el capullo del elfo lo accionó mirando hacia él, comiéndose toda la carga. Había conseguido poner en fuga a las arañas, pero le había costado caro. En sus últimos momentos de vida, intentó hablar, e hizo señas a los héroes para que se acercaran. Se acercaron y le patearon, con lo que no pudo decirles nada.

Tras algunos días de viaje, y alguna paliza al Parjolillo por cobarde, llegaron hasta una enorme torre negra en medio de un río. Decidieron entrar en ella, con la secreta intención de patear al Nano y arrojarle desde lo alto. Se acercaron en silencio hasta la torre. No creyeron oír nada anormal, excepto a Giman discutiendo con sus tripas algo referente a la fundación de una secta. Tras cruzar el río, entraron en el interior de la torre, donde se encontraron con dos orcos haciendo ganchillo.

- Pues a mí, esto de las horas extras me parece... ¡eh, intrusos! - Rugió el orco más grande, y los dos se abalanzaron contra nuestros héroes. Bárbara hizo caer al primero de un barrido con su escoba, y el Nano hizo caer al segundo interponiéndose insospechadamente entre sus pies. Tras la victoria, le dieron unos cuantos besos de tornillo a Bárbara y unas cuantas patadas al Nano y siguieron camino. Al llegar a una sala, vieron un enorme geranio y delante de él una esfera verde y cristalina sobre un soporte de gran valor.

- ¡Qué pedazo de canica! - rió Pipumpapumpi su propio chiste, pero los demás no le pillaron la gracia. Antes de que le pegaran por idiota, el bardo normal se acercó a coger la bola. En ese momento, el geranio le cogió, le estrujó y se regó con él. Por fin los héroes cogieron el chiste, se rieron y hasta aplaudieron. Hasta tal punto, que el geranio se sonrojó tanto que comenzó a arder.

Un druida malvado, de nombre Porrochof, habitaba en aquella torre. Sintió que habían matado a su geranio, que obtuvo con gran esfuerzo después de injertar un geranio normal en un pulpo sahariano. Tantos años de trabajo a la porra. Fue al encuentro de los héroes para vengarse.

- ¡Malditos blibones, pagaleis cala vuestla osadía! - gritó, olvidándose por un momento de que no era chino. Lanzó un hechizo a nuestros héroes, que pensaron que había fallado porque no sintieron nada especial. Pero no había fallado. La víctima fue Dorimedonte Teodosio "el Nano", villanos le maten, el cual sin poder evitarlo empezó a patear despiadadamente a sus compañeros, los cuales se quejaban mucho.

- Oh, ah. Qué pena. Lo siento, amigos, no puedo resistirme al sortilegio - dijo el Nano, pensando que después de todo no era tan malo que te echaran una maldición. Pero lo bueno no dura siempre. Bárbara consiguió lanzar su escoba contra el druida mientras el Nano la pateaba inmisericordemente. El golpe no tuvo mucho efecto en Porrochof, pero le distrajo el suficiente tiempo como para que Giman se lo comiera. El sortilegio que lanzara contra el Nano cesó, y aunque éste intentó seguir pateando a sus amigos, esta vez nuestros héroes no tuvieron problema en devolverle la paliza golpe por golpe. Le patearon y le arrojaron desde lo alto de la torre, como habían pensado en un principio. Cuando bajaron vieron que unos rufianes les habían robado los caballos, por lo que se dieron tripazos contra la torre hasta demolerla. Al volver al bosque, y después de reencontrarse con el Parjolillo, que había huido nada más ver a los dos orcos, le dieron una paliza y siguieron su camino a pie, sin más inconveniente que la conversación de Giman con sus tripas.

- ¡Tantos años estudiando magia druidica para acabar al lado de un montón de espaguetis en escabeche! ¡Si es que no hay derecho! - dijo Porrochof desde el intestino delgado de Giman.

- ¡Y encima con ajos! ¡Todo lo que come siempre con ajos! - dijo el demonio de 8º nivel desde el intestino grueso.

- ¡Maldita sea! ¿Queréis dejar de meteros conmigo? ¡Bastante tengo con que mis tripas rujan por el hambre para que encima me critiquen el régimen - bramó Giman.

- Encima que te lo decimos por tu propio bien... - dijo Porrochof.

- Por cierto, como este patán no parece interesado... ¿querrías tú fundar una secta de adoradores de Belcebús? Te daría lo normal: vida eterna, gran poder, paga mensual y un demonio de peluche muy mono que ruge cuando le aprietas el ombliguito, brilla en la oscuridad, escupe con puntería y te hace unas croquetas de miedo - propuso el demonio al druida.

- ¡Eh! ¡Lo del muñequito no me lo dijiste! - se quejó Giman.

- Porque eres un pringao - le respondió el demonio. Así siguió la conversación durante muchas lunas sin que llegasen a un acuerdo. Varios días después, nuestros héroes llegaron hasta una ciudad en medio de un lago. Estaba convertida en cenizas, y los habitantes trataban de huir.

- ¿Qué ha ocurrido? - preguntó Coñan en medio del caos.

- Pues que la ciudad ha ardido, tarugo - le contestó un anciano con mala cara.

- ¡Maldito capullo! - gritó Coñan y le metió un tajo al viejo. Pero el mandoble, en vez de cortarle en rebanadas, le volvió joven, y el viejo se puso muy contento.

- ¡Milagro, milagro! - dijo el viejo, que ya no lo era, mientras saltaba de alegría. Y saltaba tan alto que en medio de un salto se lo comieron los buitres y sólo cayeron los huesos. Pero como estaba tan contento no se dio cuenta y siguió saltando. Los ciudadanos, al verlo, huyeron presa del pánico.

- ¡Un esqueleto que salta, aaaaah! - gritaron los más tontos. Los más listos corrían. Nuestros héroes decidieron hacerse cargo de la situación.

- Hemos de impedir que los orcos atraviesen esa colina, para que el pueblo pueda escapar. Boing Bum Tchack llevará las levas de ancianos y niños. Bárbara y Coñan a los guerreros. Cada bardo llevará a un grupo de arqueros y yo al resto de los guerreros - dijo el Guerrero del Antifax. No incluyó a Giman porque no le pareció buena idea.

- ¡Os van a matar! ¡A todos! ¡Aaaah! - decían las tripas de Giman.

- Te matarán y te abrirán en canal. Y entonces seremos libres - dijo el demonio.

- Serás libre tú, macho, que yo ya estoy medio digerido - aclaró Porrochof.

- ¡Callaos de una vez, malditos! - gritó Giman mientras le daba un potente puñetazo a sus tripas.

- Gilipollas, gilipollas - rieron a coro el demonio y el druida mientras Giman se retorcía de dolor a consecuencia del golpe que él mismo se había dado. Mientras, las levas estaban pateando al Nano para levantar la moral.

Era la tarde. Los ejércitos estaban cavando sus propias tumbas, para levantar el ánimo. Los arqueros se subieron a los árboles para mirar desde arriba. Los guerreros afilaban sus armas y las levas pateaban al Nano. De pronto el enemigo apareció. Los orcos llevaban pesadas armaduras que les obligaban a avanzar reptando. Algunos de ellos iban montados en terribles foxterrier malignos. Los arqueros dispararon contra éstos últimos, pero el viento les devolvió las flechas y acabó con ellos. Los orcos se lanzaron contra los guerreros.

- ¡Al ataque, mis valientes! - dijo Coñan, y sus guerreros avanzaron.

- ¡Moriremos matando! - vociferó Pipumpápumpi, el gemelo guapo al frente de los arqueros que quedaban.

- ¡Por la victoria! - gritó Pipumpapumpí, el gemelo feo, lanzándose a la batalla con un grupo de guerreros.

- ¡Groouuurpfs oarg iaunnnngrfs! - chilló Bárbara, pero como no le entendieron, sus guerreros se quedaron allí parados y los orcos les masacraron.

- ¡Ay, ay, ay, ay! - Gemía el Nano mientras los orcos le pateaban.

- ¡Atacad de frente, chicos! - gritó el Parjolillo a sus levas, y mientras los orcos las masacraban aprovechó para huir de allí sin que le viera nadie.

Aunque tuvieron muchas bajas, no tardaron mucho los orcos en alzarse con la victoria. Nuestros héroes escaparon por poco, con sus ejércitos maltrechos y diezmados, pero felices, pues eran muy optimistas.

- ¡No todo está perdido, muchachos! - dijo el Nano, y le pegaron. El ejército avanzaba lentamente, pues no tenían caballos ya que se los habían comido. Por fin llegaron de nuevo a la ciudad y todos estuvieron de acuerdo en que les sonaba el lugar. Decidieron acampar ahí, por ser la primera cosa. No tardaron mucho en darse cuenta de que los orcos les vigilaban de cerca.

- ¿Cómo sabes que están cerca? - le preguntó Pipumpapumpí a un vigía.

- ¡Coño! ¿Es que no los ves? - dijo el vigía señalando a los orcos con un dedo, que perdió porque uno aprovechó para comérselo de un bocado.

- Sí, creo que tienes razón - admitió Pipumpapumpí mientras el vigía gritaba. Y cuentan que al acabar la guerra el vigía partió hacia tierras lejanas, donde se encontraría con un gran héroe y noble caballero que, al verle, le metería los dedos en los ojos, y el vigía, al no ver, se despeñaría por un barranco. Pero esa es otra historia, y punto.

- Podríamos huir - dijo el Nano, y le pegaron.

- ¡Grooouargpfs rioirgfs ngaaah! - propuso Bárbara.

- ...y además, siempre que quisieras, esputarías unas babas verdes y viscosas que chanan mogollón - le proponían a Giman sus tripas. Los orcos se acercaron aún más, hasta que presentaron batalla. Nuestros héroes lucharon bravamente contra los orcos, menos el Parjolillo, que se subió a un árbol, según él, para ofrecer apoyo logístico. Coñan hacía hábiles piruetas con su espada, pero todos pasaban de él. Excepto un orco que se sentó delante de él y las admiró con entusiasmo. Y cuentan que al final de su vida, aquel orco habló de su visión a sus compañeros, los cuales, emocionados, le abrieron en canal, motivo por el cual su vida llegó a su fin. Mientras tanto, la lucha continuaba. El Guerrero del Antifax se debatía contra seis orcos que le estaban dando collejas hasta que se les ponían las manos rojas. Los bardos gemelos fueron vencidos, untados con alquitrán y plumas y echados a patadas del campo de batalla. El Nano era pateado miserablemente por Giman, el Parjolillo se batía en retirada y, por último, Bárbara diezmaba las filas enemigas a escobazos pero, como era una mujer, le quitaron importancia al asunto. Cuando parecía que iban a ganar, apareció un mago maligno que se lió a lanzar hechizos a los buenos. Giman dejó tranquilo al Nano y salió del campo de batalla dispuesto a acabar con el mago. Algunos orcos le atacaron para impedirlo, pero los repelió a patadas.

- ¡Tú, maldito, tus días de hechicería han terminado! - díjole Giman al mago.

- No le haga caso, que es un pringao - dijéronle al mago las tripas de Giman.

- Jodido demonio, como te pille... - no pudo terminar la frase. Aquella distracción fue todo lo que necesitó el mago para conjurar a un enorme retrete infernal que ahora le estaba mordiendo la pierna a nuestro héroe. Giman se volvió y se dio cuenta de que iba a tirar de la cadena.

- ¡No podrás librarte de ella, héroe, pues está encantada! - dijo el mago, y la verdad es que la taza parecía muy contenta. Giman no conseguía abrir sus fauces de roca, así que se la comió. Acto seguido se volvió hacia el mago, que estaba acobardado.

- Y ahora que no tienes a tu guardaespaldas hechizado ¿qué piensas hacer? - dijo Giman. En ese momento, la taza tiró de la cadena y sus tripas sonaron a desagüe.

- ¡Nooooooooo, no, no, no, noooooo! - gimió Giman mientras de sus tripas surgía el sonido de una cisterna rellenándose. El mago aprovechó para escapar hacia lugares remotos. Y cuentan que en su huida llegó hasta un reino mágico donde las cigüeñas se llevaban con las patas las claraboyas de los tejados y los hombres estaban siempre resfriados y andaban hacia atrás. El rey del lugar le ofreció una recompensa si conseguía retirar la maldición que les aquejaba y el mago, tras lanzar un sortilegio que terminó con aquella maldición, murió aplastado por cientos de claraboyas. Mientras tanto, los orcos que no habían sido vencidos morían a causa de una anemia causada por el régimen de verduritas con el que controlaban su nivel de colesterol.

- Esta vez nos hemos librado por poco - dijo Coñan mientras Giman se pateaba el píloro.

- La próxima vez no será tan fácil - dijo el Guerrero del Antifax. De pronto, vieron a lo lejos un ejército que se les aproximaba.

- ¡Aaaaal ataqueeeee! - gritó Pipumpápumpi, el gemelo guapo. Todos los ejércitos se lanzaron con sus jefes al frente, menos las levas, en las que el Parjolillo se había quedado guardando la retaguardia. Poco duró la batalla, que ganaron nuestros héroes casi sin bajas.

- ¡Victoria, amigos! - gritó el Guerrero del Antifax.

- Hemos vencido! - gritaron los otros héroes.

- ¡Eh, vosotros, que éstos eran de los nuestros! - dijo uno, que era muy observador.

- Coño, por eso no presentaron batalla a la primera carga - supuso Coñan.

- ¡Ojalá todas las batallas fueran así! - dijo Giman.

- ¡He matado a mi hermano! - dijo uno, que al fin se dio cuenta.

- Gi... li... po... llas... - dijo el hermano.

- Bueno, en todas las guerras hay bajas, y tu hermano luchó como un valiente - dijo el Nano, y le pegaron. No hallando consuelo en ningún lugar, y abatido por los remordimientos, el fratricida quemó el bosque, cosa que no podían soportar los elfos. Por ese motivo le echaron las culpas al Parjolillo, así que patearon al Nano. Tras este incidente, siguieron camino hacia la Montaña del Bebedor, llamada así porque era el reino de los Enanos, y todos eran unos borrachos. Por eso se llevaban tan mal con los elfos, que eran abstemios. Los humanos, como no eran una cosa ni otra, se llevaban mal con todos. Pronto llegaron a la montaña. Allí estaba Gandulf esperándoles, pero en ese momento estaba durmiendo. Como nuestros héroes tenían mucha prisa, le acoplaron un embudo en cada oreja y le gritaron bien fuerte “¡DESPIERTAAAAA!”. Y se despertó, pero a partir de entonces quedó medio tonto. Los héroes esperaron a que dejara de temblar para hablarle.

- ¡Saludos, oh, Gandulf! Hemos cumplido con éxito la misión - dijo Giman.

- ¿Qué misión? - preguntó Coñan. Bárbara no dijo nada.

- Lindo, lindo pajarito - respondió Gandulf.

- Bueno, teníamos que llevarle esta caja a alguien - dijo el Parjolillo enseñando la caja.

- Sí, a un rey - dijo el Nano, y le pegaron.

- Entregaos al mal y seréis ricos - dijeron las tripas de Giman.

- ¡Maldita sea! ¿Quieres callarte de una vez? - dijo Giman.

- No, no, déjalas que hablen - dijo el Guerrero del Antifax, interesado.

- Choui, choui, qué lindo es, qué lindo va - dijo Gandulf.

- ¡Claro! ¡Teníamos que entregarle la cajita al rey del Bosque Fucsia! - recordó Pipumpapumpí, con cara de haber visto mundo. Giman se depiló las tripas, las cuales se quejaron.

- ¡Capullo! ¡Ten más cuidado! - dijeron.

- ¡Os jodéis! - respondió Giman con cara de malo. Por fortuna para nuestros héroes, el rey del Bosque Fucsia también estaba por allí, por lo que decidieron darle la cajita. Pero el rey no la cogió, porque el aviso de que venían los orcos a atacarle ya se lo habían dado los mismos orcos, mediante el pillaje y el saqueo. Por suerte para los elfos, los orcos habían hecho demasiado ejercicio para adelgazar y estaban derrengados, sucumbiendo todos por el agotamiento. El rey felicitó a nuestros héroes colgándoles por las narices del palo mayor.

- ¡Como se ha puesto por nada! - dijo el Nano, y le pegaron como pudieron. Pronto empezó la batalla. En un principio los allí presentes se habían reunido para linchar a unos enanos que se estaban poniendo como cubas en el interior de la montaña y a otros que venían a ayudarles. Nuestros héroes no podían soportar ver una batalla sin participar en ella, así que se desasieron las narices y se lanzaron todos al combate, excepto el Parjolillo, que sí podía soportarlo. Justo cuando se iba a producir el encontronazo entre los dos ejércitos, llegaron cantidades ingentes de orcos y atacaron a todos. Por primera vez elfos, humanos y enanos lucharon juntos, pero no demasiado, que los enanos estaban ebrios y no eran guerreros de fiar. Nuestros héroes mataron a muchos orcos, excepto el Nano, al que estaban pateando un montón de orcos, humanos, enanos y elfos. De repente, alguien apuntó al cielo, hacia una gran mancha oscura.

- ¡Las Águilas, llegan las Águilas! - gritó. Todos se quedaron quietos, mirándolas, pero pasaron en seguida y la batalla se reanudó. El Parjolillo estaba bien oculto detrás de una roca. Pronto quedó patente que los orcos eran superiores en número y armamento, pero por suerte para nuestros héroes, de repente los orcos murieron de salmonelosis.

- ¡Esta vez nos hemos librado por poco! - dijo Coñan. La Batalla de los 5 Vinos había terminado. Los héroes fueron llamados por el rey para ser condecorados.

- ¿Rgrd43 ot h43ioy5 ewoyit48 cr3we vt546767 vrgreio qw7q32 12 3frew576? - preguntó el rey del Bosque Fucsia a nuestros héroes.

- ¡Mamón! - dijeron las tripas de Giman. Y a pesar de la convincente explicación que le dieron, el rey les mandó degollar.


FIN